7/11/08

Un desafío para otro mundo posible, por José Carlos Garcia Fajardo

La Guerra Civil estadounidense terminó este 4 de noviembre y no hace 145 años, con la batalla de Gettysburg.

“Asumir el cargo en tiempos de crisis no garantiza la grandeza, pero puede brindar una ocasión para alcanzarla”, escribe Michael Sandel, profesor de Harvard. Eso fue lo que les ocurrió a Lincoln, Franklin D. Roosevelt y Truman. Parte de la grandeza de Roosevelt residió en que fue tejiendo una nueva filosofía política del Gobierno -el New Deal- con los escombros y el caos político de la depresión económica que heredó. Así lo comenta el profesor y economista Thomas L. Friedman en un lúcido artículo ante el fenómeno insoslayable del presidente electo Obama que tendrá que hacer lo mismo, aunque llevará su tiempo.

Sostiene que el 4 de noviembre pasado acabó la guerra civil estadounidense, cuando un negro se convertía en el 44º presidente electo de Estados Unidos. La guerra civil norteamericana no concluyó con la batalla de Gettysburg, Pensilvania, en 1863, sino 145 años después en las urnas del mismo Estado. El presidente Lincoln pedía a todos los ciudadanos que prosiguieran la empresa inacabada. Un trabajo que costó siglo y medio en alcanzar sus objetivos, porque a pesar de la ingente legislación sobre derechos civiles, de las intervenciones judiciales y del activismo social, de la cruzada de Martin Luther King y de la Ley de Derechos Civiles de 1964, la guerra civil no ha terminado realmente hasta que la mayoría blanca ha elegido a un presidente negro.

Aunque la lucha por la igualdad nunca es bastante, tenemos la obligación de reanudar la marcha interrumpida por décadas de gobiernos plutocráticos y de economías de casino nutridas desde paraísos fiscales que todavía se empecinan en conservar. Ni siquiera figura en los papeles de la Cumbre financiera de Washington. Es una forma de terrorismo financiero, como existe el terrorismo de Estado que mantiene la vergüenza de Guantánamo, de la tortura y de las guerras falsamente preventivas. Hay muchas voces que se alzan para llevar ante el Penal de Justicia Internacional a los responsables de la hecatombe financiera, económica y social. Los crímenes en Irak, Afganistán, Oriente medio, y en tantos otros lugares no pueden quedar impunes.

Por eso, deberá ser muy cuidadoso Obama a la hora de implicarse en la transición de un poder corrupto para no contaminarse. De hecho, llama la atención que su primer nombramiento para el puesto de mayor responsabilidad en la Casa Blanca haya recaído en Rahm Emanuel, un judío de carácter implacable a quien los medios de comunicación han sufrido varias veces pero que puede resultarle útil ante las difíciles decisiones que tiene ante si.

Cuenta el prestigioso periodista Antonio Caño que una biografía publicada hace dos años por la revista Fortune describía a Emanuel como un carácter implacable que se mueve con la máxima de Los Intocables: “Si el otro saca una navaja, tú sacas una pistola; si ellos mandan a uno de los tuyos al hospital, tú mandas a uno de los suyos a la morgue”.

Ojalá que esto no signifique más de lo mismo, y no vaya a significar la cuña de los poderosos lobbies que ahogue la nueva y amplia esperanza generada por Obama en su formidable campaña, rematada en el discurso final que se estudiará en las universidades como ejemplo de que todo es posible si se desea apasionadamente.

Quizás sea cierto que haya hecho falta una de esas crisis económicas que sólo se dan de siglo en siglo para conseguir que suficientes personas blancas votasen a un hombre negro. Y sin duda, la mejor organización, el estilo de hablar más pulido y el tranquilizador mensaje de “cambio” de Obama lo han favorecido para convertirse en el Presidente necesario para unir a los norteamericanos y para asumir las responsabilidades mundiales inherentes a la condición de dirigir el país más poderoso del mundo.

Obama tendrá que responder al desafío de la construcción de Otro mundo posible, porque es necesario. Los grandes hombres de Estado lo fueron porque asumieron el desafío de la historia en momentos oscuros y desde lo más profundo de las catástrofes.

El profesor Sandel afirma que la ciudadanía estadounidense ha rechazado los pretendidos poderes del mercado porque “la mayoría acepta que los mercados sin control no sirven al bien público. Los mercados generan abundancia, pero también pueden engendrar un exceso de inseguridad y riesgo. Antes del caos financiero, también vimos que el riesgo se trasladaba de las empresas al individuo. Obama tendrá que reinventar el gobierno como instrumento del bien común: regular los mercados, proteger a los ciudadanos frente al desempleo y la mala salud e invertir en independencia energética".

Un nuevo amanecer ha comenzado apoyado en la responsabilidad de construir un Nuevo Desafío basado en la libertad, la justicia y el derecho de todos los ciudadanos a ser ellos mismos, a conseguir la felicidad, como declara el Prólogo de su formidable Constitución.

Romper con nuestro pasado racista es una conquista, afirma Friedman, pero es parte de la enorme tarea que tenemos ante todos los pueblos del mundo.

José Carlos Garcia Fajardo es Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Director del CCS
Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS)

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