La cultura Maya al referirse al origen del universo, sostiene que el tiempo funda el espacio. Este espacio flexible contiene el cambio incesante del cosmos y de la vida. Con la noción de tiempo medimos estos cambios.
Para Henri Bergson, filósofo francés del siglo xx, existe un tiempo numerado mezclado con el espacio, cuantitativo; pero existe también un tiempo puro que es mera duración interna, el tiempo verdadero, es el fluir de nuestra interioridad en el sentido cualitativo, desprovisto de medida.
Podemos representar al tiempo cronológico con la clásica flecha que señala el transcurrir de pasado a futuro, principio y fin; y al tiempo puro con una línea de forma helicoidal ascendente, que representa la evolución y la conexión cósmica superior.
Cronos, el tiempo inexorable, Kairos, el tiempo interior, tiempo del espíritu.
Desde que los primeros filósofos buscaron la explicación del mundo, un principio de unidad en la diversidad y dejaron escritos sobre la interpretación de sus sistemas, desde entonces y hasta ahora, la mayoría de la humanidad sigue bajo el parámetro, cronos, flecha del tiempo, razón, pensamiento. La especialización de la razón para la supervivencia es de suma importancia, de allí el desarrollo técnico-científico.
El problema es que el pensamiento atado al tiempo lineal no es libre, seguimos el movimiento, la cantidad, en un proceso constante basado en memoria y expectativa, pasado y futuro.
Los sucesos del afuera, de todos los hechos en el mundo, son el espejo de la psiquis interior de cada uno. Nos movemos en una esfera que desconocela vida interior, navegamos en nuestros roles sin parar la flecha inexorable que nos distancia constantemente, nos sentimos temporales en este cronos devorador, entonces la intención para sí, la separación.
Un velo de ignorancia marca nuestra arrogancia sobre los sistemas de la vida, con sólo mirar que el árbol, el venado, el pez, que toman sólo lo necesario para la subsistencia. Esta ignorancia sobre la naturaleza y sobre el tiempo interior, es más profunda en las personas que representan el poder imperante, pues lo ejecutan en perjuicio de la vida en la tierra, están embuídos por un materialismo radical.
El tiempo del espíritu, el que repliega la vista hacia el conocimiento interior, esa perla que habita en un cofre casi olvidado, consiste en una atemporalidad, que implica la realidad posible al margen del transcurso del tiempo-espacio, es una espiral ascendente que constituye un presente absoluto y nos hace trascendentes porque la podemos experimentar.
Esta consciencia (presencia-testigo), conoce acallando la mente (pensamiento-razón).
El sentido del tiempo lineal se manifiesta en proyectos, el sentido del tiempo helicoidal nos señala el camino de nuestra autorrealización trascendente.
Cuando nuestra atención se ancla en el instante, permanece en el presente, entonces la consciencia accede a la dimensión espiritual donde se despliega la información como algo nuevo y único.
El ahora es el misterio del ser, en el que deberíamos permanecer, pues allí reside el tiempo puro que nos señalaba Bergson, el tiempo del espíritu. Es el grito de presencia de nuestra consciencia y está en el escalón superior de la mente que corre prisionera.
Poseemos una atemporalidad potencial y trascendente que implica creación, y una consciencia omniabarcativa, que puede aprender a equilibrar el mundo interior al salir del tiempo basado en el temor y el deseo.
No es fácil ser el conductor, porque estamos acostumbrados a que los pensamientos nos lleven a saltos vertiginosos de aquí para allá, y según estos pensamientos pasamos por las más diversas emociones, hasta las que llegan a dañar.
Estar en el presente es un ejercicio de permanencia, de atención, de observación que debemos realizar; quizás imitar esa mirada sin resistencia de nuestras mascotas, donde reina la simpleza de lo que sucede en cada instante.
Darnos cuenta y decirnos: ¡anda! ¡gira! ¡regresa! ¡pon atención aquí! en lo que realizas, bueno, desciende y organiza, pero regresa a disfrutar de este siempre ahora.
Para la mitología griega Cronos es el Dios del tiempo inexorable, cuyo paso nos lleva a un final; Kairos, en cambio, es el Dios del tiempo interior, el tiempo del espíritu, es el que nos devuelve la vida y en el que surge lo nuevo. Es la mirada anclada en el presente eterno que nos conduce a experimentar la paz.
Llegar a vivir en el tiempo de Kairos es estar receptivos a vivir plenamente y a recibir resplandores de esa conexión cósmica, que nos conduce la línea en espiral ascendente.
Es iluminar nuestro psiquismo, y el espejo del mundo exterior cambiará, pues el medio se adapta al ser, quizás alcancemos el despertar de la masa crítica, tan imperioso, para que se produzca la transformación de esta humanidad herida en una humanidad donde el bien común sea su estandarte.
Ángeles Román es profesora de filosofía, poeta y coautora del libro Espiritualidad y Política
Enlace a todos los artículos de Ángeles Román en el blog
Ignoro la profundidad de esta intuición del tiempo íntimo del Kairós. En estos momentos me parece algo insustancial. Me da igual en qué tiempo espiritual o existencial viva yo. Ya lo pensaré en el momento que preceda a mi muerte. Es el tiempo histórico el que me inquieta. Todo lo que he leído me resulta anodino ante las urgencias del presente. Eso de iluminar nuestro psiquismo y que cambiará el espejo del mundo exterior… es como leer poesía de Paulo Coelho. Puede ser que sea así, pero cuando los seres humanos se debaten entre el no ser y la supervivencia, me parecen reflexiones que, tal vez, en otro tiempo fueran oportunas para espíritus cultivados. Hoy me parecen triviales.
ResponderEliminarHola Joselu, te copio/pego la respuesta de Ángeles Román a tu comentario, ella no tiene "perfil" para publicarlo.
EliminarEstimado Joselu:
Comprendo tus palabras y tu referencia a este tiempo histórico inquietante, pero vemos que el hombre no ha aprendido de sus errores a través de las diferentes civilizaciones a pesar del progreso exterior, precisamente porque su mirada sigue siendo hacia afuera y su intención interna es para sí, la propuesta es conocernos interiormente y trascender hacia afuera y lo que ello implica, este trascender es el otro que es igual a mi y es la naturaleza, con ello, respeto, dignidad y solidaridad, en estos dos movimientos se plasma la espiritualidad, ser y dar. La motivación del artículo es una invitación a conocernos en los dos tiempos en los cuales operamos, es claro que prevalece enormemente el tiempo lineal, pero si nos damos cuenta y mantenemos la atención en el presente, salimos de la razón segmentada del hemisferio izquierdo y comenzamos a operar con el derecho que es integrador, creativo e intuitivo. La propuesta es comenzar a operar desde una dimensión que tenemos pero apenas atisbamos, pues nos dejamos llevar por un sin fin de pensamientos, muchos inútiles y muchos basados en temores y deseos, perdiendo la atención en un ahora pleno. Si cambiamos cambia el entorno si tenemos violencia generamos violencia, si tenemos paz no responderemos a la violencia y el otro baja los brazos. La crisis que impera hoy en el sistema es una crisis de valores, es una crisis espiritual, y ello tiene que ver con el comportamiento del ser humano y con la mirada que cada uno tiene, o es una mirada utilitarista basada en el interés y en el tener, o es una mirada cualitativa basada en aprender, en dar, es decir en el ser. Nos cuenta la historia que nunca nadie pudo cambiar el mundo, pero si cada uno sostenemos la mirada cualitativa de la vida, el mundo solo cambiará.
Un cordial saludo
Es una forma de pensar y decir poético -filosófica la de Ángeles Román.
ResponderEliminarEl párrafo final es el que cuenta. Entendamos que estamos todos sobre este planeta y que si no empezamos a practicar la solidaridad nos seguiremos hundiendo.Todo es de todos y solo lo disfrutan unos pocos con un egoismo que aterra.
El cambio de las cosas no necesita de un millón hablando al mismo tiempo. Con una sola ( A.Román por ejemplo ) se puede iniciar el proceso hacia una tierra para todos y todos cuidando de la Tierra.
"Es la mirada anclada en el presente eterno que nos conduce a experimentar la paz."
ResponderEliminar"Estar en el presente es un ejercicio de permanencia, de atención, de observación que debemos realizar."
Gracias por este precioso escrito, Ángeles Román, Cristobal...
Un saludo.
Gracias por tu artìculo, Ángeles; es una brisa fresca en este mundo con tanta gente indiferente y centrada sòlo en sì misma,y sòlo pasar...sin màs.
ResponderEliminarCreo firmemente que en algùn momento, con màs personas con conciencia, se va a hacer la masa crítica necesaria para que los cambios se produzcan...
Saludos
Interesante.
ResponderEliminarInmersos en este mundo materialista es bueno hablar de consciencia
Mirar hacia adentro, eso es lo que debemos aprender. Lamentablemente el hombre de hoy está tan aterrado de él mismo que no se atreve, por ello se aferra a lo que está enfrente de él. Mira hacia afuera y se carga de expectativas, esperando que suceda lo que cambiará su mundo, sin darse cuenta que el único responsable de cualquier cambio es él. Gracias por este articulo que es una propuesta para un mundo mejor.
ResponderEliminarA pesar de lo que muchos afirman, el tiempo interior del que habla el artículo es algo consustancial al propio ser humano, es decir, no existe ser humano que no tenga una conciencia más o menos amplia de ese tiempo interior, eterno, fresco, vivo y vibrante. Todos lo hemos experimentado en alguna ocasión y lo seguiremos experimentando. Lo experimentaron los hombres prehistóricos y lo experimentará la humanidad de dentro de varios siglos. Es algo natural, inevitable y necesario. Lo que en mi opinión debemos hacer es en primer lugar amplificar la conciencia de ese tiempo, ser cada día más conscientes de él, permitir que se manifieste dentro, para que lo de fuera gire en torno a él. Hacer del tiempo interior el centro del tiempo externo, he ahí la verdadera maestría del tiempo, he ahí el nacimiento de la eternidad.
ResponderEliminarChristian
Orden Rosacruz
Desde acá se te lee y se comparte con sincronía. Sin Cronos.
ResponderEliminarEs amor y verdad lo que transmiten tus palabras.
Es el ahora la vida, pues esta espiritualidad es también llamada presencia y consciencia.
El ayer siempre estará en el pasado y el mañana nunca llega.
El Ayer es memoria y el mañana expectativa.
Si estamos un poco desintonizados con el otro, silenciemos por un momento nuestros pensamientos, nuestra mente que condiciona, y escuchemos con gusto lo que se pronuncia ahora.
Con todo amor, sin tener que conocerte, te digo a ti, que estas leyendo esto: Toma por favor el tiempo de escuchar. Comparto contigo otra voz que comunica esta alegría, que es mi misma voz, y la tuya, pues es manifestación de alegría.
http://www.youtube.com/watch?v=FBUzE1mGYqo
Juan Felipe