19/4/07

Tragedia en Virginia. La existencia de otra pandemia ilimitada, por Eugeni Barquero


Las pistolas, rifles y escopetas de particulares son las verdaderas armas de destrucción masiva

La proliferación de armas ligeras en todo el mundo representa una auténtica pandemia de alcance global. La treintena de personas que murieron en el tiroteo en la Universidad Politécnica de Virginia evidencia la necesidad de que la comunidad internacional haga frente de una vez por todas a los efectos de la proliferación y el uso indebido de las armas de fuego.

En primer lugar, tenemos que analizar el tema con perspectiva y con algo de distancia. Los dramáticos sucesos ocurridos en Estados Unidos no pueden describirse simplemente como ejemplo de una sociedad que está enferma. Sucesos similares, aunque no con el mismo número de muertos, ocurrieron en 1996 en Dunblane (Reino Unido) o en el 2002 en Erfurt (Alemania). Estos hechos no solo tienen lugar en escuelas o campus universitarios. En Suráfrica, por ejemplo, un policía se suicidaba poco después de disparar y matar a tres mujeres, a un bebé y a cuatro de sus compañeros. También en España un hombre mataba a su mujer de un tiro de escopeta. Y, en Catalunya, tenemos también algunos ejemplos recientes a raíz de varios casos de robo con uso de armas de fuego.

Estos son solo algunos de los casos de violencia armada que pueden producirse en cualquier lugar del planeta y que son la causa de que cada día más de un millar de personas mueran y otras 3.000 resulten heridas víctimas de un arma de fuego. De estos mil muertos, una media de 560 son homicidios criminales, 250 son muertes directamente causadas por la guerra, 140 son por suicidios y el resto son accidentes debidos a causas no determinadas.

En segundo lugar, es necesario hablar de la magnitud del problema. Existen unos 640 millones de armas ligeras en el mundo, una por cada 10 habitantes del planeta, y dos terceras partes de ellas se encuentran en manos de civiles. Más de 1.200 empresas se dedican a fabricar ocho millones de armas nuevas cada año en más de 90 países. Si hablamos del alimento de las armas, o sea las balas, comprobamos que entre 10.000 y 14.000 millones de munición nueva se ponen en el mercado cada año. Una cantidad suficiente para matar dos veces a cada ser humano.

En tercer y último lugar, hay que empezar a pensar en las armas de fuego como si fuesen las verdaderas armas de destrucción masiva en la actualidad, tal como las definió el exsecretario general de la ONU Kofi Annan. Si las muertes que provocan, y las heridas e incapacitaciones físicas que resultan de su uso, fuesen catalogadas como efectos de una enfermedad, hoy todo el mundo convendría en que estamos ante una auténtica pandemia. Así, también se podría convenir en que esta nueva enfermedad tiene un tratamiento claro y eficaz: la regulación del comercio de armas. Y es que, hoy, conseguir un arma en algunos países es tan simple como comprar una bolsa de patatas fritas o un paquete de tabaco.

En consecuencia, hoy no puede negarse la realidad incontestable de que las armas circulan por las calles de Londres, Manila, Bagdad, Johanesburgo, Río o el campus de la Universidad Politécnica de Virginia con total impunidad. De modo que la proliferación y el uso ilícito de las armas ligeras ponen en peligro la seguridad personal, merman el buen gobierno, contribuyen a la violación de los derechos humanos e incrementan la pobreza.

Una parte importante de la sociedad civil catalana denuncia desde hace algunos años los efectos negativos de este comercio de armas que está fuera de control. La campaña internacional Armas bajo control, que en Catalunya está impulsada por Intermón Oxfam, Amnistía Internacional y la red Iansa, representada en Catalunya por la Fundació per la Pau, conjuntamente con más de un millón de ciudadanos y ciudadanas de todo el mundo, logró que la Asamblea de la ONU del pasado diciembre aprobara una resolución con tal de empezar a elaborar los principios y parámetros que debe contener un tratado internacional que regule el comercio de armas.

Hay que insistir, pues, en que a pesar de que las armas no sean la causa original de la violencia, estas sí multiplican la fatalidad de la situación. Ante la cultura de la violencia que se extiende por nuestras sociedades, podemos y debemos apostar por construir alternativas. Estas pasan, sin la menor duda, por la instauración progresiva de una cultura de la paz capaz de desactivar esta cultura de la violencia.

Eugeni Barquero es responsable de Campañas de la Fundació per la Pau, que participa en la Campaña Armas Bajo Control. Artículo de opinión publicado en ElPeriódico.com el 19/04/2007

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