España ha recibido un tercer informe del Parlamento Europeo condenando los excesos urbanísticos cometidos en su territorio y es una gran vergüenza nacional apreciar que el grueso de nuestros políticos sigue mirando para otro lado. Los resultados de los partidos así lo atestiguan. Ni los parlamentarios del PP ni los del PSOE se sumaron a este informe, masivamente apoyado por la Cámara. Pese al estallido de la crisis inmobiliaria que sacude al país, ni el Gobierno ni el partido mayoritario de la oposición han reconocido las lamentables consecuencias del modelo inmobiliario español, ni han tomado medidas para reconducirlo, ya que la ausencia de autocrítica arrastra la falta de diagnósticos y de medidas acertadas.
El aquelarre inmobiliario ha destruido sin ningún escrúpulo la variedad y la belleza características de nuestros paisajes naturales y culturales, dando la razón a la maqueta de cemento representativa del territorio hispano que han colgado en el Parlamento Europeo. No en vano, España se ha erigido en líder europeo del consumo de cemento, con cerca de 60 millones de toneladas anuales: más de una tonelada por persona y por hectárea.
En otro tiempo, se criticó el destrozo de nuestras costas ocasionado por los años del desarrollo franquista, cuando los estropicios actuales dejan ese pasado en un juego de niños. El magnífico y catalogado Peñón de Ifach queda hoy ridiculizado por la enorme masa de edificaciones que lo ahogan. El sky-line madrileño es una feria de los horrores urbanísticos que, por mero afán de lucro, fueron introduciendo enormes volúmenes de edificación a golpe de operaciones y recalificaciones. Lo mismo ocurre, o va camino de ocurrir, con ciudades tan sensibles como Santiago de Compostela o Sevilla. No, no es el amor a España, sino el amor al lucro el que preside todas estas actuaciones, pese al españolismo del que suelen hacer gala los políticos que las consienten.
La situación ha ido tan lejos que, aun habiendo creado normativas que legalizan el trapicheo de las recalificaciones de suelo, los casos de corrupción afloran a diario en los tribunales. El sinnúmero de procesos en curso, y el de esqueletos y despojos de construcciones y demoliciones que aparecen con la crisis por todo el territorio señalan a gritos que ya es el momento de parar y de cambiar el modelo inmobiliario que tanto daño ha hecho. El tercer aviso del Parlamento Europeo debería inducir a ello sin necesidad de buscar ejemplos lejanos, sino simplemente mirando lo que ocurre más allá de los Pirineos.
Pensando que tener clara conciencia de nuestros males es el primer paso para poder curarlos, hay que tomar conciencia de que el actual modelo inmobiliario ha agotado su lamentable andadura. Ha conseguido succionar la mayor parte del ahorro e hipotecar a medio país para obtener un stock inmobiliario sobredimensinado y de mala calidad. Ahora el principal problema heredado es aligerar la deuda contraída y dar un uso razonable a ese stock infrautilizado, haciéndolo habitable y promoviendo el alquiler y la vivienda social mediante un marco institucional adecuado.
José Manuel Naredo es economista y estadístico
Fuente: Periódico Público
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