Trabajadores montan protecciones al monumento conmemorativo de la Primera Guerra Mundial, ayer frente al Banco de Inglaterra, en el distrito financiero de Londres, en previsión de que las protestas programadas contra la cumbre del G-20, este jueves, se tornen violentas. Foto Ap
Desde la City, capital del país que inventó e implementó hasta sus últimas consecuencias letales el neoliberalismo financiero global, Martin Wolf, otrora fanático de la globalización y editor de economía de The Financial Times, el periódico portavoz del depredador modelo desacreditado y desacralizado, formula las exequias del paradigma que gobernó insensatamente al mundo durante tres décadas (en realidad, fue desde 1991, fecha del colapso de la URSS que dio pie al unilateralismo financiero global de la dupla anglosajona).
Wolf (The Financial Times, 8/3/09), apologista inveterado del neoliberalismo global (publicó un libro ¿Por qué funciona la globalización?, Yale University Press, 2004) justamente cuando el modelo había derrapado, comenta las semillas de su propia destrucción del neoliberalismo: otro dios ideológico ha sucumbido.
A nuestro juicio, el problema radica en ubicar correctamente la fecha de las exequias del cadáver del modelo neoliberal, que pudieron haber sido en 1997 (quiebra de LTCM); en 2000 (ascenso al poder del bushismo unilateral); en 2001 (montaje hollywoodense del 11/9); marzo de 2004 (cuando British Petroleum delató que los ejércitos de la dupla anglosajona no podían controlar los pletóricos yacimientos de hidrocarburos de Irak), o el 15 de septiembre de 2008 (quiebra de Lehman Brothers).
Qué más da: en el lapso de los recientes 12 años, el modelo neoliberal global clínicamente estaba muerto, realidad lúgubre que se negaban a admitir, pese a su putrefacción universal, los financieros forenses de la City y Wall Street.
Wolf ejerce la función del anatomista patólogo que busca descubrir las causales de la defunción del pestilente cadáver.
Se pudiera alegar que con un lapso entre un mínimo de seis años y un máximo de 17, el capitalismo neoliberal sucumbió detrás del socialismo revolucionario, como le llama Wolf.
Qué no habremos visto durante un siglo con la muerte de cuatro ideologías, para no decir teologías, totalitarias: el fascismo, el nazismo, el comunismo y ahora el neoliberalismo global. Definitivamente los humanos (de)pendemos de un hilo muy frágil para sobrevivir en medio de los totalitarismos teológicos de la historia.
Wolf asienta que los supuestos que gobernaron las políticas durante más de tres décadas, súbitamente (sic) están caducas, como el socialismo revolucionario cuando los gobiernos inyectan millones de millones de dólares, euros y libras para intentar rescatar sus sistemas financieros. ¿Y qué tal si regresa el socialismo revolucionario?
Con un retraso de casi tres décadas, Wolf se va a la yugular de Alan Greenspan, el culpable favorito, que ha sido colocado en la picota universal por haber propiciado y/o tolerado la mayor crisis financiera de la humanidad: “alumno de Ayn Rand (nota: la teóloga esotérica del individualismo misántropo) y principal banquero central de la época, quien confesó en su testimonio ante el Congreso, el pasado octubre, encontrarse en estado de choque e incredulidad debido al fracaso del autointerés (sic) de las instituciones de crédito por proteger el capital de los accionistas”.
Repite lo archisabido sobre el inicio del modelo neoliberal global con el ascenso al poder de Margaret Thatcher en Gran Bretaña y Ronald Reagan en Estados Unidos (EU), en medio de cambios en China e India que se voltearon más hacia el mercado, lo que en su conjunto marcaba la muerte de la planeación central, que llegó a su paroxismo con la caída del comunismo soviético entre 1989 y 1991. Esto es muy discutible, ya que China e India, más que desregularse al estilo sicótico anglosajón, se orientaron a economías reguladas de libre mercado (al estilo del añejo PRI revolucionario, anterior al desviacionismo neoliberal que se inició con De la Madrid Hurtado y que prosiguieron Salinas y Zedillo: los tres criptopanistas).
Asevera que el impacto de la crisis será particularmente severo en los países emergentes y acepta que en medio de una inmensa (sic) crisis financiera global y del desplome sincronizado en la actividad económica, el mundo está cambiando de nuevo. Si, como aduce, el sistema financiero es el cerebro de la economía de mercado, entonces, el capitalismo anglosajón se encuentra totalmente descerebrado.
Confiesa su deriva mental: es imposible (¡supersic!) en este punto de inflexión saber adónde vamos. No se percata de que el mundo va que vuela a la desglobalización, a la regionalización nacionalista y al neoproteccionismo patriótico, como sostuvimos en nuestros libros premonitorios (El fin de una era. Turbulencias en la globalización, Editorial del Zorzal, Buenos Aires, 2007, y Hacia la desglobalización, Editorial Jorale, 2007) con antelación al estallido del tsunami financiero global.
Arguye que la combinación del colapso (sic) financiero con una inmensa (sic) recesión, si no ocurre algo peor (léase: la gran depresión), seguramente (sic) cambiará al mundo. La legitimidad (sic) del mercado será debilitada. La credibilidad (sic) de EU será dañada. La autoridad de China aumentará. La misma globalización puede irse a pique. Éstos son los tiempos de la revuelta. ¡Ah, caray!
Contempla la probabilidad de la desglobalización y una mayor regulación, y confiesa, muy a destiempo, que la era de la liberalización contenía las semillas de su propia destrucción para emprender su análisis forense que venimos asentando desde hace más de 10 años en el libro agotado El lado oscuro de la globalización: post-globalización y balcanización, Editorial Cadmo & Europa, 2000.
Wolf argumenta que el mundo de las pasadas tres décadas de liberalización financiera ha concluido, pero que, a diferencia de la década de los treinta, no existe una alternativa creíble a la economía de mercado. Aquí discrepamos del fracasado teólogo del neoliberalismo global: en la geopolítica se generó un empate técnico entre EU y Rusia, mientras en el ámbito geoeconómico el BRIC (Brasil, Rusia, India y China) va en ascenso, en detrimento del G-7.
El grave problema radica en el dolarcentrismo al que se ha aferrado la dupla anglosajona como su último círculo de defensa para mantener su hegemonía global. Asistimos a la gran paradoja del dólar: una divisa prácticamente sin valor, pero todavía muy funcional, cuando las otras divisas del BRIC y de las regiones de las economías emergentes (Sudamérica, las potencias petroleras del Golfo Pérsico y el sudeste asiático) no son competitivas ni cuentan con divisas sustituibles hasta ahora.
Más aún: en su reciente boletín, GEAB (número 33) de LEAP/Europe 2020, expone persuasivamente la guerra de divisas que se escenifica en el marco de la cumbre del G-20 de Londres, cuando el eje anglosajón le ha declarado la guerra al euro.
Fuente: Diario La Jornada
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