15/5/07
La evolución completa pasa por intentar ayudar al mayor número posible de personas
Entrevista a Juan Manzanera, profesor de meditación
Su conocimiento de la espiritualidad oriental y occidental le colocan en una privilegiada atalaya. Maneja con inteligencia y prudencia esa clara ventaja. Sus doce años de monje en Nepal, India y Francia, le han dejado poso de sabiduría, pero no de nostalgia. Adivinamos en su rostro sendas escarpadas afrontadas con paciencia y sabias compañías. Dejó el techo del mundo, abandonó el monasterio, pero se trajo consigo, envuelta en rojo azafrán, la paz de aquellas alturas. Supo entonces cuando concluían los tiempos, sabe ahora como esparcir esas semillas de armonía y bienestar en el asfalto madrileño, sabe bien de su actual cometido en medio de la gran ciudad.
Contagia un sosiego y sencillez que pone a rebosar su sala de meditación y a nosotros a disfrutar en el rato que nos concede. Nos recibe en su despacho de paredes casi desnudas. No en vano el empeño que nos confiesa, a lo largo de la entrevista, de vaciar también los muros de la mente de formas y creencias…
¿Qué persigues al meditar?
Al meditar encuentras algo interno en lo que te puedes amparar. No lo buscas expresamente, sin embargo es un efecto. Das con una fuente de creatividad, de energía, de capacidad para hacer cosas nuevas. Observas que en el fondo de todo lo que te pasa en la vida, en el fondo de todo lo que te sucede hay una luz, hay un lugar seguro, hay un lugar de paz y de apoyo dentro de ti. No es que no tengas problemas, ni que la vida no te suma en estados agitados…, lo que ocurre es que encuentras una referencia interna que te concede una solidez. Los problemas, las dificultades que afrontas quedan amortiguados y nunca llegan a ser desesperantes.
¿Qué es lo que más te costó sobrellevar en la vida monacal?
Fue la cultura. En todas las religiones, y el budismo entre ellas, hay un montón de creencias. Te ves abocado a una situación curiosa. Por un lado estás viendo efectos positivos en tu vida dentro de la tradición que implican un gran cambio. Por otro te das cuenta que estás asumiendo unas creencias, unas prácticas religiosas que no las acabas de creer y sin embargo las desarrollas porque el otro aspecto de la enseñanza es bueno. En mi caso siempre ha habido ese conflicto con unas reglas y dogmas, que a otros niveles me aportan un resultado. Personalmente me cuesta creer en cosas. Lo que más me vale es lo que yo en mi puedo descubrir.
¿No animas a creer en algo?
En mis clases de meditación he quitado todo aquello en lo que haya que creer. La gente me pregunta: “¿Tú enseñas budismo?”. “No, yo doy meditación”, respondo. Los budistas dicen que para creer en algo, hay previamente que analizarlo. Una de las máximas de Buda es: “No te creas lo que yo te digo, compruébalo”. Sin embargo a la hora de la verdad una religión es una religión. Procuro quitar de mis clases todo aquello que es creencia para llegar a la vivencia de descubrir lo que eres.
¿El budismo de Occidente ha de alcanzar por lo tanto esa desnudez de normas y creencias?
No necesariamente. Yo creo que la mayoría de la gente necesita reglas, normas. Al día de hoy, la sociedad necesita referencias claras. La religión cumple una función social de armonizar, de fomentar solidaridad, de crear ritos… Esa función social tiene que seguir estando, no debe desaparecer. A mi me parece perfecto que el budismo sea como es ahora. Creo que tiene que seguir siendo así. Otra cuestión es la persona y hasta donde quiere llegar con su práctica.
¿Los sistemas de creencias cumplen todavía un papel?
Hay que ser sinceros. Hay personas que necesitan la tradición y la dependencia que inevitablemente conlleva. Está bien proporcionársela. La dependencia en determinados niveles de conciencia puede ser positiva. La gente está donde está, sino sería el caos. Hay gente que no está en la independencia, pues se podría desquiciar y perder. Hay gente proclive a estados de adicción, de ansiedad, de depresión…, que no saben manejar su vacío interior, que entran en estados de adicción. Si a esas personas les facilitas una estructura clara, pueden conseguir manejar ese vacío. Tu no puedes llevar a una persona a un estado de conciencia de independencia que sería lo ideal para manejar el vacío, si no se sostiene a sí misma.
¿La religión sigue siendo, por lo tanto, necesaria?
La religión proporciona una base muy buena para poder evolucionar, una plataforma para poder dar un salto a otro nivel de conciencia. El problema es cuando la religión se convierte en un freno, en un tapón. Hemos de ser sinceros. La mayoría de las personas están en ese nivel de sobrevivencia, en el que prima disponer de lo elemental: comida, afecto… No se les puede pedir más. Aspiran simplemente a una seguridad económica, emocional… Ante demandas elementales, respuestas elementales.
¿Cargamos un exceso de miedos?
El ser humano se siente atenazado por el miedo. Tiene una sensación profunda de fragilidad ante la muerte. La fragilidad se manifiesta también ante la enfermedad, ante la pérdida de trabajo… Esa fragilidad se debe compensar con una seguridad que bien puede proporcionar la religión. Si elevas el nivel de conciencia ya no es preciso compensar esa inseguridad.
¿A qué es debido el auge del budismo tibetano en Occidente?
La referencia de unos valores proporciona paz. La imagen de los lamas en cuanto seres supuestamente muy iluminados, muy evolucionados es muy poderosa, sobre todo para quienes están perdidos y sin referencias. No tenemos referencias de personas integras. Muy probablemente las hay, pero públicamente su testimonio no se expresa... Llegan entonces los lamas y la gente se engancha. Luego se observa que la enseñanza tiene un resultado claramente positivo en sus vidas.
¿Acusas falta de referencias también en nuestro país?
Hay gente muy valiosa en España, pero están ocultos, no se les potencia, no se les reconoce
¿Prescindiremos un día de la muleta que nos proporciona la religión?
Yo creo que habrá siempre una parte de la población que necesitará de esa muleta. Cambiar el nivel de conciencia requiere un esfuerzo y mucha gente no está por la labor. La conciencia de la fragilidad global está ayudando sin embargo a un despertar de la conciencia.
¿La opción del retiro monacal sigue siendo válida en nuestros días?
Es necesario que haya personas que tengan una salud emocional, mental y espiritual. No puedes actuar en el mundo sin ese necesario equilibrio. Si no estás preparado, poco puedes ayudar, pues entonces cometes muchos errores. Una forma de prepararse es retirarse del mundo. Estamos muy condicionados por la cultura y la educación y el retiro ayuda a descondicionarnos. Está bien retirarse y después volver. De esa forma se contempla también en el budismo.
El monacato como medio, no como fin… Así es. El hacerse monje es un medio para adquirir un estado de mayor conciencia y desde ahí tener más capacidad de ayudar. Son necesarios períodos de profundizar, de transformación, de conexión con algo de verdad… Como apuntaba anteriormente, para mucha gente la referencia de un monje es muy válida. Es una imagen muy aceptada y que despierta. El monje tras su vida encerrada, sale al mundo e irradia con su sólo estar.
¿Están llamadas a encontrarse, siquiera internamente, la espiritualidad de Oriente y Occidente?
Nunca ha habido ninguna separación real. Ha podido parecer que la había en el nivel de la jerarquía, de las formas, pero no en el de las personas verdaderamente espirituales. Una persona que está en un nivel de conciencia, sea cual sea la etiqueta que le colocamos, reconoce a otra que está en el mismo nivel. El encuentro siempre ha existido aún y cuando en el mundo de las formas se hayan producido incluso guerras. Las religiones al fin y al cabo siguen intentando mantener su poderío. Lo importantes son las metas que alcanzamos. El camino utilizado, ya sea una tradición u otra, importa menos. Si vives la religión desde el miedo, siempre considerarás inferiores al resto de las religiones.
¿Diferencia sustancial entre oración y meditación?
Oración implica la referencia a un ser superior más perfecto y completo. Meditación tiene que ver con conciencia de algo. Podemos imaginar y contemplar la imagen de Buda y eso sería meditación, pero puedes también pedir al Buda inspiración, bendiciones o ayuda para seguir la vida, para afrontar los problemas…, eso sería oración. La meditación no se queda en la visión dual. Hay una primera etapa en la cual oras a alguien. En una segunda etapa te das cuenta de que en realidad ese ser superior lo tienes dentro. Por fin en una tercera y última etapa sientes por fin que eres parte de ese ser superior.
En tus libros señalas que la meditación nos ayuda a conocer quienes somos…
Así es, la meditación nos conduce a esa observancia de lo que realmente somos. Podemos llegar a descubrir que ese ser superior que parecía que estaba fuera en realidad eres tú mismo y es tu verdadera esencia. La meditación nos conduce a una visión no dual del mundo. Hay una realidad absoluta más allá de la lógica y la razón y nosotros somos parte de esa realidad absoluta.
¿Una única forma de meditar…?
No, hay diferentes formas de meditación: de contemplación , de despertar de estados positivos que el meditador tiene latentes… Hay por último una meditación destinada a adquirir una mayor conciencia.
¿Es preciso detener los pensamientos para meditar?
Meditar no es detener los pensamientos. Si nosotros buscamos conocer la esencia real de quienes somos en realidad, no de lo que pensamos que somos, una de las prácticas más poderosas es la de observar la mente, los pensamientos. Observas lo que sucede con ellos, pero no los detienes. Ocurre que con la observación los pensamientos son más lentos. Cada vez hay más huecos entre ellos. Poco a poco vamos descubriendo lo que denominamos “naturaleza última de la mente”, lo que el budismo llama “la naturaleza de Buda”, la esencia que somos. En el descubrimiento de lo que es la mente, de lo que son los pensamientos no tiene sentido pararlos. Podemos intentar detener los pensamientos, pero no deja de ser un mero ejercicio mental que nos lleva a estar bien y alcanzar una fuerza mental, pero no forma parte del proceso de indagar en lo que somos. Para ver lo que somos hay que mirar si detener nada.
¿No hay riego al meditar de olvidarnos del mundo?
Es importante cuando uno medita darle una dimensión altruista a la práctica. Personalmente trabajo mucho lo que constituye el valor de la compasión, el altruismo, el perdón… En la tradición budista el camino no se completa hasta que no se desemboca en un marco de relación con los demás. Uno puede individualmente alcanzar un estado de mucha paz, pero ello sólo comprende la mitad del camino. La tradición budista te invita a completar ese camino con relaciones positivas, ayudando a los demás.
¿Podemos imprimir a la meditación un sentido altruista?
Es importante pensar que el ejercicio sirva para algo más. Es preciso plantearse lo que dicen los lamas: voy a meditar para tener más sabiduría que aportar a los demás, para tener más recursos para ayudar a los demás, más habilidades, más compasión para ayudar a los demás… Cada vez que meditamos hemos de hacerlo con esa motivación prioritaria. Ello evita que caigamos en la trampa fácil de sentir que uno ya no quiere salir de ahí, con la consecuencia de quedarse atascado. Aspiramos a una evolución completa que pasa por ayudar al mayor número de personas posibles.
¿Cómo podemos alcanzar la paz en el asfalto, cuando la naturaleza está tan lejana?
La paz la generas dentro, no depende del exterior. Lo que te altera no es tanto el medio, sino la respuesta al medio. En la ciudad padecemos una hiperestimulación. El problema es la reacción a esos constantes estímulos. Puede haber rechazo, aversión, puede haber adicción, apego… Si no reaccionas ni de una, ni de otra manera, tu mente puede estar está en paz. El problema es la reacción emocional. Eso es lo que nos altera. Ocurre algo, me engancho; ocurre otra cosa, rechazo… La mayoría de las personas reacciona así a los estímulos.
¿Con el ruido físico ocurre otro tanto?
Así es. No es el lugar, es como tú te colocas en medio de él. No es el entorno ruidoso lo que nos afecta, sino nuestras respuestas. Tenemos unas respuestas automáticas que es preciso desaprender. En la India vivía en un monasterio en el campo. Cuando volví de allí me preguntaba por lo que me iba a pasar en Madrid. Al comienzo apenas salía de casa, pues me resultaba agotador, pero poco a poco vas manejando la situación. Recuerdo haber alcanzado una paz increíble en medio del Corte Inglés, acompañando al lama Zopa, mi maestro, a comprar unos zapatos que debía adquirir por compromiso.
¿Y ahora?
Me protejo, tengo mi ejercicios para poder controlar los estímulos. Forma parte de mi vida. No tengo que hacer mayor esfuerzo. He desarrollado una cierta alerta, pues hay estímulos que pueden ser demasiado agresivos y si no te defiendes te comen. El nivel de alerta depende de la persona.
¿Nostalgia de Oriente?
Es muy gratificante el trabajo que realizo aquí con la gente, sentir que eres útil.
¿Cuál fue tu experiencia con el Dalai Lama?
Él me hizo monje, no obstante casi nadie puede tener una experiencia personal con el Dalai Lama. Yo le veía siempre en el marco de reuniones en grupo, pero aún y todo esos encuentros eran muy mágicos. Siempre pasaba algo en mi actitud, alguna luz que se despertaba... No sabría definirlo muy bien, pero hay una alegría interna que surge. Se abren caminos cuando lo ves, se abren puertas, ideas... Es uno de los grandes seres que hay sobre la tierra. Hay personas que han ido a conferencias y algo determinante ha ocurrido en sus vidas.
Fuente: Fundación Anata y Portal Dorado
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Maravillosa entrevista. Ha sido un placer leerla y descubrir este blog que tiene tantos artículos interesantes. Espero que siga así, mostrando una espiritualidad no vinculada a ninguna religión o institución y una nueva política basada en el diálogo, una nueva conciencia planetaria de justicia, paz y respeto al medio ambiente.
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