Tras ocho años de aventuras bélicas ciegas y de retrocesos en materia de política y de derecho, los ciudadanos estadounidenses han perdido las señas de identidad que siempre caracterizaron a su país. Para Obama, las próximas elecciones ofrecen la posibilidad de dar a EEUU y al mundo una inyección de esperanza.
Si cada país pudiera pedir un deseo, en cabeza de muchos estaría, como en la del senador norteamericano Edward Kennedy, pedir “una figura que nos inspire a todos y que sea capaz de ofrecernos una visión optimista y renovar nuestra convicción de que lo mejor está aún por llegar en nuestro país”.
El malestar extendido a muchas partes del mundo queda reflejada cada vez que alguien dice nada cambiará con la victoria de uno u otro candidato a la presidencia de Estados Unidos. Ocho años de aventuras bélicas ciegas y de retrocesos en materia de Política y de Derecho han sido tan violentos que la gente indefensa ha terminado por creer las mentiras repetidas en el escenario del miedo.
El apoyo de Kennedy a Barack Obama ya es oficial y, aunque sólo se refiera al bienestar de su país, el resto del mundo anhela a esa figura frente a la falta de esperanza que ofrecen medios de comunicación dominados por lo “urgente” y no lo importante, sin explicar el porqué de los problemas y sin ofrecer propuestas de la voz de expertos con una visión global.
En España, donde la crisis hipotecaria ha golpeado fuerte, los hombres de Estado hacen llamamientos para que las personas no se dejen arrastrar por el pánico sin darse cuenta de la dificultad que eso supone para muchos después de abrir un periódico, de ver los noticieros en la televisión o de escuchar las declaraciones de sus políticos que, como en otros países, se dedican a hacer campaña durante todo un año y dejan en manos de los medios informativos la responsabilidad de explicar el mundo.
La violencia en Kenia, del acoso del Estado de Israel en Palestina, de la expansión del fundamentalismo desde un Pakistán del que pocos hablaban hasta que fue asesinada Benhazir Bhutto, del fracaso occidental en Afganistán, de los asesinatos de mujeres y de la violencia que se cobra la vida de miles de menores en Centroamérica, de la pérdida de libertades en Rusia mientras los dirigentes políticos se hacen dueños de los recursos energéticos y de las industrias, de la permanencia de la pena de muerte en pleno siglo XXI… Después de ver la realidad por ese lente, una persona que sólo intenta vivir se preguntará: ¿y yo qué puedo hacer?
¿No será que vamos muy de prisa? ¿No será que nos dictan desde fuera lo que tenemos que tener para ser felices, que al final claudicamos y nos convertirnos en objetos para el consumo? Esas ansias multiplicadas por los 6.400 millones de seres humanos que habitamos este planeta dan como resultado el desarrollo desenfrenado que provoca el deterioro mediambiental y sus correspondientes catástrofes “naturales”, conflictos armados, esclavitud de millones de seres humanos, hambre y miseria.
Las crisis hipotecarias y la pérdida de confianza en los mercados tienen su causa en estos problemas sociales, políticos y económicos que liman la confianza en un porvenir incierto.
Para Obama, las próximas elecciones se presentan como la posibilidad de dar a su país y al mundo una inyección de esperanza que, para no convertirse en desesperación y volver a caer en desesperanza, tendrá que devolver a su país las señas de identidad que lo han caracterizado y que tanto han influido en la construcción de tantas democracias.
Es posible recuperar la igualdad de los hombres ante la ley, el derecho a un juicio y el habeas corpus, la libertad de conciencia, de religión, de pensamiento y de expresión que han corrido el riesgo de perderse “para proteger a los ciudadanos” del enemigo invisible del terrorismo. La coherencia del senador de Chicago se erige como una oportunidad única para que Estados Unidos y el mundo dejen Cruzadas como la de Iraq, a la que siempre se opuso.
“Amigos”, “enemigos” y “países neutros” a Estados Unidos ven en este joven candidato una esperanza para empezar de cero y para construir relaciones que quizá no estén tan marcadas por poderosos grupos de presión a los que, más que nadie, Obama es ajeno. Esto ayudaría a sentar el clima necesario para que la gente deje de vivir como si no hubiera mañana. Además de salvar a las reservas bancarias, se salvará mucho de la humanidad perdida en los últimos años si Estados Unidos le da una oportunidad a esta joven promesa.
Carlos Miguélez es periodista
Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias
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