Las teólogas feministas nos han descubierto los rasgos antifeministas del actual relato de la creación de Eva (Gn 1,18-25) y de la caída original (Gn 3,1-19), que ha venido reforzando en la cultura los prejuicios contra las mujeres. Según este relato, la mujer fue formada de una costilla de Adán que, al verla, exclama: «esta es carne de mi carne y hueso de mis huesos, y se llamará varona (hebreo: ishá) porque fue sacada del varón (ish); por eso el varón dejará a su padre y a su madre para unirse a su varona: y los dos serán una sola carne» (2,23-25).
El sentido originario pretendía mostrar la unidad hombre/mujer, pero la anterioridad de Adán y la formación de la mujer a partir de su costilla fue interpretada como superioridad masculina.
El relato de la caída también suena antifeminista: «Vio, pues, la mujer que el fruto de aquel árbol era bueno para comer… tomó el fruto y lo comió; le dio a su marido y lo comió. Inmediatamente se les abrieron los ojos y se dieron cuenta de que estaban desnudos» (Gn 3,6-7). La mujer es considerada aquí como sexo débil, pues fue ella quien cayó en la tentación y, a partir de ahí, sedujo al hombre. Esta es, pues, la razón de su sometimiento histórico, ahora ideológicamente justificado: «estarás bajo el poder de tu marido y él te dominará» (Gn 3,16).
Pero hay una lectura más radical, presentada, entre otras, por dos teólogas feministas: Riane Eisler (Sacred Pleasure, Sex Myth and the Politics of the Body, 1995) y Françoise Gange (Les dieux menteurs, 1997), que resumo aquí. Estas autoras parten del hecho histórico de que hubo una era matriarcal anterior a la patriarcal. Según ellas, el relato del pecado original habría sido introducido por interés del patriarcado como una pieza de culpabilización de las mujeres para arrebatarles el poder y consolidar el dominio del hombre. Los ritos y los símbolos sagrados del matriarcado habrían sido demonizados y retroproyectados a los orígenes en forma de un relato primordial, con la intención de borrar totalmente los rasgos del relato femenino. El actual relato del pecado original trata de eliminar los cuatro símbolos fundamentales del matriarcado.
El primer símbolo atacado es la mujer en sí, que en la cultura matriarcal representaba el sexo sagrado, generador de vida. Como tal, simbolizaba a la Gran-Madre, y ahora pasa a ser la gran seductora.
En el segundo se deconstruye el símbolo de la serpiente, que representaba la sabiduría divina que se renovaba siempre como se renueva la piel de la serpiente.
En el tercero se desfigura el árbol de la vida, considerado como uno de los símbolos principales de la vida, gestada por las mujeres, ahora bajo prohibición: «no comáis ni toquéis su fruto» (3,3).
En el cuarto se distorsiona el carácter simbólico de la sexualidad, considerada sagrada pues permitía el acceso al éxtasis y al conocimiento místico, y representada por la relación hombre-mujer.
¿Qué es lo que hace el actual relato del pecado original? Invierte totalmente el sentido profundo y verdadero de esos símbolos. Los desacraliza, los demoniza, y transforma lo que era bendición en maldición.
La mujer es eternamente maldita, convertida en un ser inferior, seductora del hombre que «la dominará» (Gn 3,16). Su poder de dar la vida se realizará con dolor (Gn 3,16).
La serpiente, además de maldita, pasa a ser el enemigo radical de la mujer, que la herirá en la cabeza, pero ella la morderá en el calcañar (Gn 3,15).
El árbol de la vida y de la sabiduría cae bajo el signo de lo prohibido. Antes, en la cultura matriarcal, comer del árbol de la vida era imbuirse de sabiduría. Ahora, comer de él significa un peligro letal (Gn 3,3).
El lazo sagrado entre el hombre y la mujer es sustituido por el lazo matrimonial, ocupando el hombre el lugar de jefe y la mujer el de dominada (Gn 3,16).
En este relato tal como está en el Génesis se operó una deconstrucción profunda del relato anterior, femenino y sacral. Hoy todos somos, bien o mal, rehenes de este relato adámico, antifeminista y culpabilizador.
¿Por qué escribir sobre esto? Para reforzar el trabajo de las teólogas feministas que nos indican cuán profundas son las raíces de la dominación de las mujeres. Al rescatar el relato más arcaico, feminista, buscan proponer una alternativa más originaria y positiva, en la cual aparezca una relación nueva con la vida, con los géneros, con el poder, con lo sagrado y con la sexualidad.
Leonardo Boff es teólogo, filósofo y escritor, más información en Wikipedia
Enlace a todos los artículos que citan o de Leonardo Boff en el blog Espiritualidad y Política
Enlace a todos los artículos de Mujeres y Feminismo en el blog
Sobre este tema recomendamos el magnífico blog Mujeres y Teología
Este artículo ha sido publicado en "La columna semanal de Leonardo Boff" hoy viernes 1 de abril en la web Servicios Koinonía
Gracias por compartir este artículo :). Es muy interesante
ResponderEliminarGracias Zrein por compartir tu opinión tan amable, un abrazo
ResponderEliminarA mi. esto de la teología feminista me da que pensar porque me suscita sucita dudas. Me da la impresión de ser como un intento de “salvar” el cristianismo de su visión irremediablemente patriarcal, y no estoy seguro de si esto es posible. Aún me parece peor ir para “atrás” a reivindicar la época de la gran madre, época en que se realizaban sacrificios humanos. Para estos temas recomiendo la lectura de la asombrosa y excelente obra de Ken Wilber “Después del Eden”.
ResponderEliminarEntiendo que los buenos cristianos conscientes se sientan incómodos con esa concepción tan patriarcal de su doctrina. Sin embargo creo que la superación está más en mirar adelante, donde gracias a la tecnologia y a la ciencia nos podemos liberar o al menos deconstruir los roles de género que en el pasado se sustentaban en discursos míticos o religiosos como el cristianismo.
Por otro lado el cristianismo es suficiente flexible para admitir reinterpretaciones de sus textos fundamentales que lo hagan compatible con los tiempos que ahora vivimos. Por ahí veo los intentos de estos teólogos. Pues a ver si el cristianismo evoluciona o se anquilosa.
Saludos