Al igual que la Gran Depresión de 1929, la de 2008 ha debilitado la fe en el mercado como panacea capaz de corregir por sí mismo los desequilibrios cíclicos. Tras tanto criticar el “intervencionismo keynesiano” este se vuelve a poner de moda y se utiliza para justificar los recientes paquetes de medidas, a la vez que se acusa al liberalismo de todos nuestros males. Este golpe de péndulo es poco esclarecedor, ya que ignora la naturaleza de la crisis actual y las paradojas de nuestro tiempo, que hacen que el autoritarismo se suela ejercer en nombre de la democracia… y el intervencionismo en nombre del liberalismo.
En primer lugar, las propuestas de Keynes se sitúan hoy fuera de contexto porque estaban orientadas a cubrir, mediante el aumento del gasto público, las insuficiencias de la demanda que frenaban la marcha del carrusel de la producción y del consumo en sus momentos bajos. Pues Keynes consideraba, con razón, que los instrumentos de la política monetaria –con sus inyecciones de liquidez y rebajas del tipo de interés– eran insuficientes para reanimar la economía en tiempos de crisis. Pero el ciclo actual no vino motivado por un decaimiento de la demanda, sino por el pinchazo de una enrome burbuja inmobiliaria y financiera, cuya marcha condicionaba el ritmo de la actividad económica. El peso de la burbuja inmobiliaria en la economía española ha superado con creces al de los otros países de nuestro entorno, y de ahí su mayor exposición al riesgo inmobiliario. Pues el andamio especulativo que instalaron las empresas inmobiliarias y la banca en nuestro país consiguió hipotecar a buena parte de la población en un momento en el que coincidían sobrada liquidez, muy bajos tipos de interés, elevados precios de la vivienda y una situación laboral próxima al pleno empleo. Lo que ha traído la crisis no ha sido la debilidad de la demanda, sino el estrangulamiento financiero que impidió seguir sosteniendo ese andamio. De ahí que el grueso de inyecciones, avales y subvenciones, tengan poco de keynesianas, ya que apuntan a paliar –sin mucho éxito– este estrangulamiento cuado la situación ya es irreversible.
En segundo lugar, se olvida que el giro intervencionista ya se había producido hace tiempo en EEUU para evitar que el reciente ciclo alcista remitiera en el año 2000. El Fondo Monetario Internacional y el Banco de Pagos Internacionales certificaron que “la burbuja del mercado de acciones había explotado” financieramente en la bolsa de Nueva York un año antes de que este mercado lo hiciera físicamente con el atentado del 11 de septiembre. El gobierno supuestamente (neo)liberal de Bush decretó una tal constelación de medidas expansivas que hizo palidecer al viejo intervencionismo keynesiano, solapando las inyecciones monetarias y presupuestarias con la propia intervención (y el gasto) militar en Afganistán e Irak. Esta “huida hacia delante” originó a una expansión sin precedentes de la liquidez internacional, que contribuyó a generar la colosal burbuja inmobiliaria y a inflar de nuevo las cotizaciones bursátiles reanimando, así, la coyuntura económica. Ahora que el desinfle de la doble burbuja inmobiliario-financiera ha hundido la coyuntura económica, el intervencionismo se repite forzando potentes inyecciones de liquidez y gasto público que se revelan cada vez más ineficientes. Ya va siendo hora de reconocer y sanear los graves desequilibrios y endeudamientos generados, en vez de seguir inyectando liquidez para alimentar nuevas burbujas.
José Manuel Naredo es Economista y estadístico
Fuente: Periódico Público
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