Nuestro amigo Koldo Aldai, del que ya hemos publicado varios artículos, no envía ahora uno por si queremos publicarlo. El tema es muy local y sobre todo delicado, como reconoce el autor, pero el conflicto vasco es algo que nos interesa mucho en este blog sobre espiritualidad y política. Lo hemos tratado al reproducir varios artículos sobre el tema, con firmas tan cualificadas como las de Vicenç Fisas, Imanol Zubero y Salvador Harguindey. Por eso creemos oportuno publicarlo, aunque no compartimos todas su afirmaciones, creemos que Koldo hace esta propuesta con ánimo positivo y constructivo.
Introducción del autor:
Tema delicado donde los haya, tema de alta sensibilidad sobre todo en el seno de la familia nacionalista vasca. Me tomo la libertad de participar en el debate público sobre la oportunidad o no de la consulta popular en el seno de la Comunidad Autónoma Vasca para decidir el status de relación jurídico-política con el Estado español programado para Octubre próximo.
Me adhiero a la postura de que alcanzar una mayor convivencia política en el marco de un nuevo Estatuto es prioritario a la consulta de un referéndum, por lo demás absolutamente legítimo por parte de Ibarretxe. Me adhiero al postulado de Josu Jon Imaz, personalidad política que muchos echamos en falta, tal como reflejo al final del artículo.
Hora de renuncias
La búsqueda de apoyo que han emprendido los socialistas de cara a la investidura de Rodríguez Zapatero como presidente de Gobierno del Estado, ha generado en el País Vasco un clima de imprescindible acercamiento entre el PNV y los socialistas. La consulta popular que promueve el Gobierno autonómico, para decidir el status de relación jurídico-política con el Estado español se manifiesta sin embargo como el mayor obstáculo para alcanzar un importante y deseado acuerdo entre ambas formaciones.
A la vista de esta situación se impone una reflexión objetiva y en profundidad sobre la jerarquía de prioridades políticas: derecho a decidir sobre nuestro futuro o logro de un acuerdo amplio entre los partidos políticos de mayor arraigo; voz a la ciudadanía sobre un nuevo marco político o consenso entre el mayor número de formaciones para la reforma del actual. Es cierto que el pueblo vasco goza del derecho inalienable a decidir sobre su futuro. Nadie que se precie de demócrata debiera de temer un consulta popular, un domingo en el que nos acerquemos una vez más los ciudadanos vascos a las urnas para decidir libremente en esa ocasión nuestro grado de autogobierno.
Sin embargo tampoco nadie puede obviar que la convocatoria del referéndum, para la cual al lehendakari le asiste toda la legitimidad, generaría un alto grado de división y crispación en la sociedad vasca, una sociedad por lo demás hastiada de tanta confrontación.
Otro argumento para renunciar a la consulta es el importante nivel de autogobierno alcanzado, nivel que además los socialistas en el poder en Madrid se manifiestan dispuestos a aumentar. Mayores cuotas de gobierno autonómico se pueden alcanzar por lo tanto por la vía del acuerdo, evitando la tan polémica consulta. Por último la instauración de un gran consenso en la sociedad vasca en torno a un nuevo marco estatutario, mermaría la moral de los violentos. Un mayoritario acuerdo sobre una más ambiciosa autonomía reduciría el ya pobre resquicio argumental del terrorismo.
La política es arte de concesiones por las partes en favor del mayor bien común. Todo apunta a que llega la hora de las renuncias. Por un lado el nacionalismo democrático podría pensar en aparcar de momento la consulta, por otro lado los socialistas podrían poner en manos de Vitoria más competencias, sin lugar a dudas las debidas en virtud del Estatuto de Gernika, pero también otras nuevas mayoritariamente reivindicadas por la ciudadanía vasca. Obvia por lo demás apuntar la necesidad de emprender las reformas pertinentes en el sistema judicial para que ni el lehendakari, ni ningún otro mandatario deba acudir a los jueces por la mera práctica del diálogo político.
Un nuevo Estatuto puede ser el punto de encuentro tan necesario entre culturas políticas divididas. Es hora de empezar a cultivar renuncias, no sólo reivindicaciones, para posibilitar acuerdos duraderos; hora de los gestos, del alarde de generosidad para salir del encono. Estas líneas son una invitación a la renuncia en la órbita nacionalista. El futuro premiaría este sacrificio. Genera cuanto menos sorpresa el bloqueo desde Madrid a la convocatoria de una consulta absolutamente legítima y respaldada por una, bien es verdad que escasa, mayoría de la ciudadanía vasca. Es incomprensible tanto recelo para con una cita libre y democrática, sin embargo, a la luz de tanto inmovilismo por parte de socialistas y populares, alguien ha de mover ficha.
Se trata de olvidar de momento una genuina aspiración. La sensibilidad nacionalista se puede encumbrar con este gesto más que generoso, con este testimonio sin precedentes. En las tres últimas décadas este pueblo ha asegurado y fortalecido una identidad amenazada, ha garantizado la pervivencia de una lengua y cultura ancestrales, ha conquistado un alto grado de debido autogobierno. Resta evidentemente el fin de la violencia, restan competencias que deberían de estar ya en Vitoria y resta armonizar la vida política, alcanzar un mayor grado de convivencia a este nivel público.
La sociedad vasca no es una sociedad dividida, tal como pretenden reflejar interesados medios de comunicación, cultivando peligroso sensacionalismo, extrapolando mucho más allá de lo debido casos aislados de falta de respeto o de ausencia de convivencia. La sociedad vasca está vertebrada en el día a día. No hay espacios estancos en función de la diferente sensibilidad cultural o política. Compartimos los mismos espacios por supuesto en las plazas y calles, pero también en el ámbito de la educación, el ocio, la salud… Resta encarnar esa sociedad vertebrada en el ámbito político, pues es ahí donde las diferencias confrontan más de lo debido. Urge trasladar a la vida política una mínima armonización, un mutuo respeto y concierto imprescindibles.
Hoy podemos aparcar el derecho inalienable del pueblo vasco a decidir su futuro. Vendrán momentos de mayores consensos en torno a este tipo de consultas absolutamente legítimas. Hoy sin embargo, una convivencia política menos alterada bien merece la renuncia al referéndum. En el caso de que Ibarretxe aplace o suspenda de momento la cita de Octubre, que tomen nota los taquígrafos de la historia de quien desatascó este momento de agudo encono. Que las próximas generaciones sepan quien hizo dejación de uno de los derechos colectivos fundamentales en aras de un acuerdo aún más necesario.
Cuando estaba entre nosotros, quien hoy trabaja como investigador visitante en la Kennedy School de la Universidad de Harvard en Boston, proponía cosas de este tenor. En la hora de las renuncias necesarias es el momento también de recuperar a ese bioquímico. Sus exploraciones en el laboratorio serán importantes, pero sin duda más trascendentales lo son aún las exploraciones que él inició, siendo presidente del PNV, para alcanzar un amplio y duradero consenso entre las fuerzas políticas vascas. Fue el primero en apuntar la necesidad de sacrificar el referéndum de Octubre. Los hechos le están dando la razón. El país le necesita.
Fuente: Autor
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