(Por continuar utilizando la misma dialéctica). ¿Y si esa historia del ‘poli bueno – poli malo’ con el Presidente del Gobierno como árbitro fuese un montaje?, ¿y si esos desencuentros entre el Señor Ministro de Trabajo y el Señor Gobernador del Banco de España con el Presidente del Ejecutivo imponiendo paz y orden no fuese más que una escenificación para concienciar a la ciudadanía de que las cosas están mal, verdaderamente mal, y que se van a poner muy, pero que muy requetemal?. Desapasionadamente: la actividad económica en general está cayendo, en todas partes, más, proporcionalmente aquí; más, proporcionalmente, más va a caer aquí. (Ser economista supone que la gente te cuente cosas: propietarios de tiendas que desde hace tres días no venden ni una cerilla; gente con contrato temporal que no se lo han renovado; personas a las que ‘su entidad financiera’ les ha retenido 24 horas un cheque emitido por el Banco de España; personas a las que abiertamente se les ha amenazado con el despido si no aceptaban esto y aquello; empresas que, para ganar un concurso, han tenido que presentar presupuestos perdiendo mucho dinero confiando que mañana puedan colar un ajuste; gastos de funcionamiento ineludibles que no son realizados; revisiones de precios a la baja realizadas sobre la marcha; relaciones comerciales anuladas por desconfianza hacia la viabilidad de clientes con décadas de historia en la contabilidad de quien anula; …)
Todo eso va a tener muchas consecuencias, muchas, pero de cara a ese enfrentamiento ya comentado, una va a sobresalir por encima de todas las demás: la caída de la recaudación fiscal, es decir, el hundimiento de los ingresos públicos.
Todos los planes de estímulo / ayuda / salvamento que se están poniendo en marcha aquí y allá parten, de una u otra manara, de recurrir a la deuda pública dando por supuesto que alguien la comprará (ya hemos hablado de esto); bien, pero independientemente de eso, de entrada habrá que ajustar a la baja el gasto público en función de esos ingresos públicos que, pienso, van a reducirse en vertical. Ajustar a la baja: reducir, OK, y, ¿qué se reduce?.
Ahora sigue lo que pienso que el Gobierno -los Gobiernos- hará (claro, claro, es lo que yo haría, sí; entonces pienso que es lo que el Gobierno -los Gobiernos- decidirán). De entrada un supuesto: pienso que el ‘agujero suma’: la suma de los agujeros nacionales, es enormísimo, muchísimo mayor de lo que se está diciendo, supongo que se conoce su dimensión con un error menor del 5%, supongo que no se conoce exactamente qué es malo y qué es bueno, pero que se tiene una idea muy aproximada, y supongo que se tienen estimaciones muy reales de cómo va a evolucionar la economía -las economías-.
Bien, supongo que ya han sido tomadas dos decisiones inmutables: 1) no se van a formar colas a las puertas de las entidades financieras: lo que pasó en la Gran Depresión y lo que empezó a suceder con Northern Rock no va ahora a pasar, 2) una cantidad de dinero mínima, de supervivencia, va a ser entregada a toda persona que la necesite. De lo primero ya hablaremos otro día, vamos a centrarnos en lo segundo que es el motivo de este. Y, ¿qué es lo segundo?, pues nada más y nada menos que el modelo de protección social.
El modelo de protección social se va reducir, y se reducirá al margen de disquisiciones filosóficas neoliberales: por falta de pasta. En la sanidad habrá falta de recursos, ajustes presupuestarios, reducciones de servicios que ahora son prestados, disminución de personal, puede que implantación del copago. En lo tocante a las pensiones, se pinte como se pinte, se distribuyan como se distribuyan, y se calculen como se calculen, su monto total caerá, es decir, la cantidad total destinada a pensiones bajará. Por lo que respecta a las prestaciones por desempleo, pura y simplemente, disminuirán. En el saco ‘subvenciones varias’ habrá una disminución épica. Y en Educación ajustes significativos ¿copago, también?.
En esa identidad (no es una ecuación) ‘menos pasta – menores gastos’, pienso que al trinomio ‘prestación por desempleo – pensiones – salario mínimo’ se le acabará dando un tratamiento homogéneo: fijar un cantidad mínima e idéntica para todas/os las/los beneficiarias/os, una especie de subsidio de subsistencia que puede adoptar mil y un nombres y mil y un colores. ¿Y a quiénes les correspondiera más teniendo en cuenta lo que han cotizado?, pues tendrán que aguantarse: será una de las consecuencias de la crisis sistémica que nos está llegando, del cambio sistémico a que dará lugar.
Será consecuencia directa de la falta de ingresos públicos, y en la operativa del subsidio influirán elementos difíciles hoy de calibrar. La esperanza de vida, pienso, no va a aumentar, sino todo lo contrario: va a disminuir: a medida que el gasto en sanidad vaya reduciéndose y a medida que la alimentación de la población vaya empeorando como causa de la caída de la renta media las personas, de media, vivirán un menor número de años, por lo que esas previsiones sobre el envejecimiento de la población no se cumplirán, lo que demostrará como no cierta la necesidad de aumentar la población (entre otras razones porque la productividad se disparará).
Además, las revalorizaciones de tales subsidios, continúo pensando, serán calculadas en función del avance en la productividad, no de ningún deflactor, entre otras razones porque la inflación y la deflación van a dejar de ser un problema: van a dejar de existir (otro día también hablaremos de esto). El ahorro de quienes puedan ahorrar (una muy reducida porción de la población: los insiders) será fundamental per se, un ahorro, sigo pensando, no tanto vinculado a unos mercados de valores cada vez menos especulativos, como relacionado con el rendimiento de las corporaciones a las que esas personas se hallen profesionalmente vinculadas. Muy diferente a como todas estas cosas funcionan en la actualidad, ¿verdad?.
Bien, pues, lo que pienso es que todo esto es lo que hay detrás de esa aparente tensión entre el Banco de España y el Ministerio de Trabajo con el Presidente del Gobierno del reino haciendo de árbitro: se está dibujando el camino futuro y acostumbrando a la población a unos cambios que, inevitablemente, van a producirse. No hay más.
(Mientras, las promesas y esperanzas: el Q3: dicen que empezará a fabricarse en el 2011: ¡pero si ese año será el peor de toda la crisis!; paz regional: pasta para Cataluña: ¡pero si no habrá!. Da lo mismo: lo importante es pensar que sí: que sí Q3, que sí pasta para Cataluña. ¿En qué me baso?, por ejemplo, y por no citarme a mi mismo, en las últimas previsiones del FMI).
Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.
Fuente: La Carta de la Bolsa
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