
Esta diligencia necesita acoger la estrategia de la transición desde el paradigma actual, que no garantiza un futuro sostenible, a un nuevo paradigma, construido por la cooperación intercultural, que signifique un nuevo ajuste entre economía y ecología en la perspectiva del mantenimiento de la vida en la Tierra.
¿Dónde veo el gran cuello de botella? En la cuestión ecológica. Apenas está siendo citada en passant en las agendas políticas que buscan la superación de la crisis. En la reunión del G-20 el día 2 de abril en Londres, el tema no influyó en la formulación de los instrumentos para ordenar el caos sistémico. No se trata solamente del calentamiento global, el más grave de todos, sino también del deshielo, de la acidez de los océanos, de la desertización creciente, de la deforestación de grandes zonas tropicales y de la aparición del planeta-favela, a causa de la urbanización salvaje y del desempleo estructural. Y más todavía: la revelación de los datos que muestran la insostenibilidad general de la propia Tierra, cuyo consumo humano ha sobrepasado en un 30% su capacidad de reposición.
Una naturaleza devastada y un tejido social mundial dilacerado*desgarrado por el hambre y por la exclusión anulan las condiciones para reproducir el proyecto del capital dentro de un nuevo ciclo. Todo indica que los límites de la Tierra son los límites terminales de este sistema que ha imperado durante varios siglos.
El camino más corto hacia el fracaso de todas las iniciativas que buscan salir de la crisis sistémica es esta desconsideración del factor ecológico. No es una «externalidad» que se pueda tolerar por ser inevitable. O lo situamos en el centro de cualquier solución posible o tendremos que aceptar el eventual fracaso de la especie humana. La bomba ecológica es más peligrosa que todas las bombas letales ya construidas y almacenadas.
Esta vez tenemos que ser colectivamente humildes y escuchar lo que la propia naturaleza, a gritos, nos está pidiendo: renunciar a la agresión que el actual modelo de producción y consumo implica. No somos dioses ni dueños de la Tierra sino sus criaturas y sus inquilinos. Bellamente termina Rose Marie Muraro un libro que será publicado en breve por la Editorial Vozes: Queriendo ser Dios, ¿por qué?: «Cuando hayamos desistido de ser dioses podremos ser plenamente humanos, que aun no sabemos qué es, pero que intuíamos desde siempre».
Leonardo Boff es teólogo, filósofo y escritor
Fuente: Koinonia
Qué joya de artículo!!!
ResponderEliminarUn saludo,
Marta
Gracias Marta por tu comentario, este Boff a veces escribe artículos geniales, por eso me gusta tanto,
ResponderEliminarpor cierto, he visto que abrimos los dos el blog al mismo tiempo, en abril del 2007, felicidades por el aniversario,
saludos de Cristóbal