A medida que este proceso se despliega a nivel personal, se hace evidente que es preciso fomentar un espíritu de armonía y cooperación en la política y la economía. Esta tendencia indica la necesidad de ir abandonando las organizaciones obsoletas, rígidas y piramidales del pasado para evolucionar hacia formas más participativas, horizontales y cocreativas. Las estructuras basadas en la autoridad, el dominio y la explotación se van vaciando porque no son acordes a los nuevos tiempos y se ven sustituidas por otras nuevas en las que los individuos que las forman han recuperado su propio poder y son dueños de las riendas de su destino.
El resultado de este proceso que se está produciendo en todos los ámbitos humanos es que la estructura piramidal y jerárquica que ha sido el sello distintivo de la organización social se está viendo sustituida por una estructura en forma de red. La implantación de esta estructura pone fin a la sumisión, delegación y dependencia e invita a compartir y cooperar entre iguales tras metas comunes.
La naturaleza ha diseñado muchas de sus estructuras en forma de red. Sin ir más lejos, las células que dan forma a nuestro cerebro, las neuronas, se conectan entre sí en forma de red y el resultado de esta colaboración es una de las piezas más complejas, eficaces y sorprendentes de la creación.
Una red, como organización social, representa la forma más flexible, libre y evolucionada, y no es más que una agrupación de elementos libres que deciden voluntariamente colaborar en pos de un objetivo común. Es la forma natural que utilizan los individuos maduros para relacionarse. Sus integrantes se relacionan de manera horizontal, es decir, de igual a igual, lo que posibilita su libertad, creatividad e iniciativa.
En la mayoría de la ocasiones es la necesidad la que nos empuja a colaborar. En el escenario de grandes necesidades globales que se está desplegando ante nuestros ojos en este momento la colaboración se hace indispensable. La degradación del medio ambiente, la violencia y la pobreza causadas por la desconexión con nuestra alma y el crecimiento ciego y materialista están provocando que las personas más sensibles se esfuercen en crear espacios de colaboración, ya que son retos con los que no podemos solos.
La redes son la arquitectura del mundo futuro. Pero para que puedan constituirse necesitan de seres que hayan recuperado su poder y hayan despertado a un nuevo estado de conciencia.
Sin ese despertar no hay cambio social que valga, no será más que una imposición de un sistema como ya ha ocurrido numerosas veces en la historia, en las que un sistema social supuestamente liberador sustituye a otro sistema opresor, convirtiéndose el primero, con el paso del tiempo, en un nuevo sistema opresor.
Lo que permitirá que en esta ocasión se pueda crear una nueva organización social es el despertar de cada uno de los miembros que la conforman. Es decir, que cada uno de nosotros deje de vivir ciegamente y consigamos que los motores que impulsan nuestra vida dejen de ser el miedo, la codicia y el ansia de poder.
Un porcentaje de la humanidad todavía relativamente pequeño, pero en rápido crecimiento, está experimentando ya en su interior la descomposición de los viejos patrones y el resurgimiento de una nueva dimensión de la conciencia. Cuando esa minoría alcance la masa crítica (un concepto usado en física y que significa la masa mínima necesaria, en un proceso de fisión nuclear, para que dicha fisión se produzca) es posible que algo realmente nuevo y liberador suceda.
Alberto D. Fraile Oliver es director de la web revistanamaste.com, que nace de la revista Namaste, una publicación especializada en ecología, crecimiento personal y movimientos sociales que se edita en Baleares.
Fuente: Editorial de revistanamaste.com, "la web que impulsa el cuidado de la TIERRA, el ALMA, y la SOCIEDAD"
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