15/6/08
Cambio Mundial. Por un Salto Cuántico en los Asuntos Humanos, por Ervin Laszlo
Si Hamlet viviera hoy, diría con más convicción que nunca: ser o no ser, esa es la cuestión. Pero ahora no se haría esta pregunta cavilando frente a una calavera humana sino ante la Tierra viviente. ¿Podremos optar por “ser” en este planeta o nos extinguiremos como los dinosaurios? Nos aproximamos a una gran línea divisoria, un punto crítico global. Nuestra supervivencia está en jaque.
Estamos destruyendo el planeta. La producción de los recursos esenciales biológicos y físicos ya llegó a su tope. Bosques, especies de peces y arrecifes de corales están sufriendo daños y desapareciendo, las tierras se están empobreciendo por excesivas cosechas y por el uso de químicos y la biodiversidad está disminuyendo debido a la manipulación genética. Las reservas de agua fresca están disminuyendo, más de la mitad de la población mundial afronta problemas de escasez de agua y el cambio climático amenaza con hacer que mucha parte del planeta sea menos habitable y menos apta para la producción de alimentos.
Estamos destruyendo el tejido social. Hay una creciente inseguridad tanto en países ricos como en países pobres y una mayor propensión a recurrir al terrorismo y a la guerra. El fundamentalismo islámico se está propagando en el Medio Oriente, el fanatismo religioso está creciendo en América, Neonazis y otros movimientos extremistas se están difundiendo en Europa. La brecha se está ampliando entre los ricos y poderosos y los pobres y marginados. El ochenta por ciento del producto doméstico del mundo pertenece a mil millones de personas, y el restante veinte por ciento es compartido por cinco mil y quinientos millones de personas. Uno de cada tres moradores urbanos vive en barrios marginados, gettos urbanos y tugurios. Más de 900 millones están clasificados como habitantes de cinturones de miseria.
Si seguimos así, el cambio de los patrones climáticos creará sequías y huracanes, pérdidas de cosechas y elevación de los niveles del mar. El hambre y la frustración fomentarán el terrorismo y desatarán guerras. El delicado balance de nuestra interdependencia global se romperá. Ninguna nación ni población escapará al resultante colapso global.
Ser o no ser, esa es la cuestión. Si optamos por “ser” en este planeta, debemos cambiar. ¿Cambiaremos? ¿Y lo haremos a tiempo?
POR QUÉ debemos cambiar?
Para cambiar a tiempo debemos reconocer la naturaleza de nuestra situación actual, las raíces de su insustentabilidad. La palabra “insustentabilidad” se generalizó apenas en los últimos quince años, pero la idea no es nueva. Ya a finales del siglo XVIII Thomas Malthus publicó su famoso tratado sobre alimentación y población. Proclamó, primero, que el alimento es necesario para la existencia humana y, segundo, que las personas continuarán reproduciéndose como siempre lo han hecho. “El poder de la población”, escribió Malthus, “es indefinidamente mayor que el poder de la tierra para producir el sustento para el hombre”. Inevitablemente, llegará el tiempo en que el crecimiento de la población sobrepasará la capacidad de la tierra para producir alimentos. Habrá más gente de la que el planeta está en capacidad de alimentar.
La “catástrofe malthusiana” es una versión simplificada del punto crítico al que ahora nos estamos acercando. Lo que hoy está en cuestionamiento no es solamente la producción de alimentos, sino toda la base de la vida en el planeta. Y la tendencia crítica no es simplemente el crecimiento de la población –cuánta gente camina sobre la Tierra– sino, primero y más importante, cuánto consume cada persona y qué hace cada una por el medio ambiente.
Hemos consumido más recursos físicos y biológicos del planeta en seis décadas, desde la Segunda Guerra Mundial, que en toda la historia anterior. Y producimos más desechos de los que la naturaleza puede absorber y extraemos más recursos de los que la naturaleza puede regenerar.
Esto no es sostenible. Con respecto a la alimentación, por ejemplo, sabemos qué cantidad es sostenible: lo que produzcan 68 m2 (4.2 acres) de tierra por cada persona. Pero la “huella ecológica” promedio es hoy de 113 m2 (7 acres) (y podría ser mucho más si los países más pobres no tuvieran una pequeña huella ecológica no sostenible). La alimentación es, por supuesto, apenas uno de los recursos básicos que necesitamos para vivir y desarrollarnos, la mayoría de los cuales estamos sobreutilizando y agotando.
¿Qué ocurrirá cuando alcancemos los límites de los recursos disponibles? Cuando las bacterias en el laboratorio se quedan sin las sustancias que les sirven de alimento, mueren. Cuando los ratones se acercan al límite de suministro de alimentos, se vuelven infértiles. Los lemmings (roedores de ciertos países nórdicos) se suicidan masivamente. Pero cuando una especie con un alto nivel de consciencia, como la humana, alcanza los límites de sus recursos, no tiene que morir, suicidarse o volverse infértil. Puede efectuar un cambio en su consciencia. Con un cambio de consciencia sería capaz de ver el mundo en forma diferente y tener diferentes valores y prioridades. Podría aprender a vivir en forma sustentable.
CÓMO podemos cambiar?
Gandhi dijo: “Sé el cambio que quieres ver en el mundo”. En el mundo de hoy esto significa efectuar un cambio en tu consciencia, para que otros cambien la suya. ¿Y cómo puedes hacerlo? Ante todo, liberándote de tu antigua consciencia y de los valores y creencias que le sirven de soporte.
Pregúntate a ti mismo: crees que....
* ¿Cada persona es independiente de los demás y tiene pleno derecho para buscar sus propios intereses?
* ¿La vida es una batalla por la existencia y solamente sobreviven los más aptos (es decir, los más ricos o los más poderosos)?
* ¿En la despiadada competencia por estar entre los más aptos, el fin justifica los medios?
* ¿Mientras más dinero tengas, mejor eres (y más probabilidades tendrás de ser más feliz)?
* ¿La gente debe lealtad únicamente a su país y a una compañía, en tanto que el resto son extraños y competidores?
* ¿Si queremos paz, debemos prepararnos para la guerra?
* ¿La tecnología y la eficiencia son la respuesta, sea cual sea la pregunta o cuestión?
* ¿La Tierra es, para toda intención y propósito, una fuente inagotable de recursos y un infinito depósito para los desechos?
* ¿El medio ambiente se puede diseñar y adecuar como un establecimiento o una autopista para que se adapte a nuestras necesidades y demandas?
Si tienes ese tipo de creencias, eres parte del problema. ¿Pero cómo puedes convertirte en parte de la solución? El siguiente paso por dar es: adopta una nueva forma de pensar. Como dijo Einstein, no puedes resolver un problema con la misma clase de pensamiento que lo produjo.
El nuevo pensamiento no es utópico ni carece de precedentes: ya está surgiendo en el sector creador de la sociedad. En diversas “culturas alternativas” la gente piensa y actúa en una forma más positiva. Estas personas comparten dos creencias fundamentales. Una es que el dicho antiguo “todos somos uno” no es simplemente una ficción sino que tiene sus raíces en la realidad. William James tenía razón: “Somos comos islas en el mar, separadas en la superficie pero conectadas en lo profundo”.
La segunda creencia concierne a la esfera de la responsabilidad humana. Si estamos unificados unos con otros y con la naturaleza, nuestras responsabilidades no terminan en nosotros mismos, en nuestra familia, nación y empresa. Incluyen a la comunidad humana y a la biosfera. Vivir de acuerdo con esa responsabilidad no es un asunto de caridad. Si somos parte de la humanidad y la humanidad es parte de la vida en el planeta, lo que hacemos a los otros y a la naturaleza nos lo hacemos también a nosotros mismos.
Cuando desechamos creencias obsoletas y adoptamos un nuevo pensamiento, cambiamos nuestra consciencia y cambiamos nosotros mismos. En estos momentos críticos e inestables, ese cambio puede ser “el aleteo de la mariposa” que desencadena una tormenta. Ese cambio se puede propagar y difundir en la distancia, y finalmente podría cambiar el mundo.
CUÁNDO efectuar el cambio?
Cuando dices: “¡Esa es la última gota!” estás expresando un principio fundamental aunque generalmente desconocido, el de la “no linealidad”. Si colocas carga en el lomo de un camello, puedes adicionarle más y más carga y el camello se adaptará y se las arreglará para sostenerla. Hasta el momento en que el peso alcance el límite de la capacidad de carga del animal. Luego, como dice la expresión, una simple paja adicional le romperá el lomo. El proceso secuencial previo, suave, “lineal”, se convierte de un momento a otro en un abrupto “no lineal”.
Esto mismo sucede con todo en la naturaleza. Una especie viviente puede afrontar los cambios en su medio ambiente, pero sólo hasta un punto. Cuando esos cambios se acumulan, la tensión alcanza un punto crítico y las especies desaparecen. A menos, por supuesto, que experimenten una mutación. En los sistemas relativamente simples, los puntos críticos llevan al colapso. En sistemas más complejos, estos puntos críticos son puntos de crisis: pueden conducir en una dirección o en otra. No conducen inevitablemente al colapso, sino que también pueden conducir a un gran avance.
En 1989 un grupo de refugiados de Alemania Oriental recibió autorización para cruzar la cortina de hierro e ir a Austria. Este fue un pequeño pero crítico shock que rebasó la copa del sistema: fue “la última gota”. En cuestión de semanas los estados europeos del Este dominados por el comunismo se separaron de la Unión Soviética y en menos de un año la Unión Soviética dejó de existir. El Partido Comnista Soviético, el partido político más poderoso del mundo, no simplemente perdió poder, sino que fue desechado. Los Estados que conformaban la Unión Soviética no desaparecieron: luego de un período de caos y de estar al borde del colapso, se las arreglaron para transformarse en sociedades más abiertas.
En los últimos diez mil años, muchas sociedades, civilizaciones enteras, alcanzaron puntos críticos. Las que alguna vez fueran culturas florecientes se desvanecieron, como podemos ver en los babilonios, sumerios, mayas y civilizaciones de oceanía. Pero otras afrontaron el desafío: se transformaron y sobrevivieron. La historia da testimonio de que las transformaciones fueron a menudo profundas.
Las tribus de la Edad de Piedra vivieron en un mundo mitológico: se comunicaban con los árboles, los animales y los espíritus de sus predecesores. Las gente se veía a sí misma como parte de un cosmos viviente misterioso pero significativo. Hace diez mil años ese mundo se transformó en las culturas teocráticas del Antiguo Egipto, Babilonia, China e India. Aquí las inmutables leyes de los Dioses del Cielo gobernaban la existencia humana. Como afirmó Hermes Trimegistro: “Como es arriba es abajo”. Luego, hace dos mil quinientos años, en las orillas del norte del Mar Mediterráneo surgió otra cultura, la cual empezó a gobernarse a sí misma mediante el empleo de la razón humana y no por creencias heredadas. Esta fue la cultura de la Grecia clásica.
Al despuntar la era moderna, la Civilización Occidental trajo otra mutación cultural. La nueva cultura combinaba elementos de sus predecesores, aunque fue moldeada ante todo por la creencia en el poder de la razón que habían liderado los griegos. Respaldada por las teorías y observaciones de Galileo, Newton y Copérnico, desarrolló una visión materialista y mecanicista del mundo. Esto permitió que la “Física Clásica” de Newton se conjugara con la pericia manual tradicional, derivándose de ello toda una serie de tecnologías revolucionarias.
Hoy, sin embargo, en nuestra era global de la información, la comunicación, la interdependencia y la degradación ambiental, la visión mecanicista y materialista se ha vuelto obsoleta y contraproducente. Su visión del mundo ha sido trascendida por las ciencias, pero las tecnologías que genera y los comportamientos que inspira aún están con nosotros. Muchos de ellos explotan excesivamente el medio ambiente y manipulan a la gente en forma desproporcionada. Producen más calor que luz, más efectos laterales que beneficios.
La civilización que domina el mundo contemporáneo ya no es sostenible: si no quiere colapsar, debe transformarse. La búsqueda de un salto cuántico en los asuntos humanos es la búsqueda para crear una civilización que haga posible que seis mil y medio millones de personas vivan con dignidad, en armonía entre ellas y con la naturaleza. Este Cambio Mundial es posible. Tenemos la comprensión, las tecnologías y los recursos humanos y financieros que necesitamos. Lo que nos falta es voluntad y visión. Para lograr esta confluencia debemos vivir un cambio de consciencia. Con una conciencia más acorde con nuestra realidad actual podemos cambiar nuestros valores y prioridades: cambiar nosotros mismos y en última instancia cambiar el planeta.
Se requiere un Cambio Mundial y el tiempo se agota. Las tendencias y procesos que conducen al mundo contemporáneo hacia un punto crítico se están acelerando. La atmósfera se está calentando, la diversidad está desapareciendo, la brecha entre ricos y pobres se está ampliando, la violencia y el malestar están creciendo y la producción de muchos de los recursos necesarios para la vida y el desarrollo ya ha llegado a su tope.
Las predicciones sobre el punto crítico se han acortado: antes se pensaba en términos del resto de este siglo; luego, en función de la primera mitad del siglo; ahora, en términos de la próxima década.
Es posible que el punto crítico global se alcance a finales del año 2012, fecha profetizada como la línea divisoria de la capacidad de la humanidad para ocupar el planeta. Esto ciertamente ocurrirá en el transcurso de la vida de la mayoría de nosotros. Venga cuando venga, debemos empezar a actuar ahora, para asegurarnos de que no sea el preludio de un colapso sino la ruptura que nos conduzca hacia un mundo más pacífico y sostenible.
Ervin Laszlo, virtuoso de la música, en su juventud fue pianista de renombre internacional. Luego se dedicó a la Ciencia, obteniendo primero un doctorado en Filosofía en la Sorbona. Ha sido pionero mundial en la compleja Teoría de los Sistemas. Fundador del Club de Budapest, Director del Consejo de Sabiduría Mundial (World Wisdom Council) y Rector de GLOBALSHIFT University . Es autor de más de 400 escritos y artículos y de decenas de libros, entre ellos Tú puedes cambiar el mundo (Manual para el Ciudadano Global, Ediciones Nowtilus), Science and the Akashic Field (La Ciencia y el Campo Akásico – 2007) y Quantum Shift in the Global Brain (Cambio cuántico en el cerebro global – 2008, de próxima publicación en español por Editorial Kairós).
Fuente: Artículo publicado en inglés en Worldshift Network del Club de Budapest. Traducido por Luis Eduardo Yepes y Cristina Jaramillo y publicado en el Boletín de la Fundación UNIDA
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