En los últimos 30 años nuestro país se ha convertido en una sociedad postradicional y compleja. Tenemos que abordar problemas que no fueron centrales en la transición política y ahora lo son. Uno de ellos es la articulación de una ciudadanía diversa, dado que ha desaparecido la uniformidad moral y religiosa. España necesita más laicidad para resolver cuestiones que van a marcar la etapa política que ahora se inicia. La laicidad es una forma de afrontar la pluralidad. Frente a los integrismos que pretenden recortarla y a los comunitarismos identitarios generadores de antagonismos cívicos, propugna el arco iris de culturas, la apertura a la contaminación y el contagio con otros valores.
No basta con un Parlamento más civilizado. Necesitamos reconstruir una cultura del diálogo nacional y recomponer las relaciones entre españoles enfrentados. Para ello hay que practicar las virtudes laicas de la tolerancia activa, la autocrítica, la amistad cívica con los adversarios y el cultivo del límite de cada identidad. También sería conveniente el boicoteo a los medios que cada mañana siembran el odio.
El Estado laico es la institución que mejor puede garantizar la convivencia de una ciudadanía plural. Conviene reforzar su neutralidad y autonomía frente a toda pretensión eclesiástica o ideológica de imponer unas tesis que impidan el ejercicio de la diversidad cívica. Para que pueda desarrollarse el proyecto constitucional de cooperación con las religiones, éstas han de autorregularse desde el reconocimiento de la soberanía del Parlamento y renunciar a ser la casta sacerdotal que dictamina la legitimidad moral de las leyes. La posición de los obispos y algunas asociaciones católicas apoyando la objeción de conciencia a la Educación para la Ciudadanía constituye un peligroso desafío al Estado, y convendría que el Constitucional interviniera pronto para cerrar de una vez por todas esta cuestión.
El refuerzo de la laicidad en España está asociado a los nuevos desafíos éticos y jurídicos que provienen de la necesidad de legislar sobre nuevos problemas relacionados con los avances de la ciencia y la tecnología y su uso para mejorar los ciclos de vida y muerte. Debemos combinar los principios de libertad y precaución moral; por eso, la bioética es central y debe ser incorporada a los procesos políticos.
Más temprano que tarde habrá que legislar sobre eutanasia y biomedicina. No es lo mismo que sobre tráfico u obras públicas, y por eso tenemos que crear una pedagogía ética prepolítica y adiestrarnos en la cultura de la deliberación moral. A ellas deberán incorporarse todas las comunidades e instituciones que deseen intervenir en la configuración de una razón pública moral que ilumine las leyes que han de crearse para una vida y una muerte más dignas.
No basta con tener un Estado y un Parlamento laicos. Lo más importante es la construcción de la laicidad en la sociedad civil. El futuro de España está asociado a la educación moral y espiritual para una ciudadanía socialmente activa. Nadie puede quedar fuera de esta tarea. Por eso tenemos que crear una alianza y un proyecto de trabajo cooperativo de las diversas culturas cívicas que existen en nuestro país.
En la sociedad existen culturas conservadoras, liberales, cristianas, islámicas, socialistas, nacionalistas, ecologistas, feministas. Con mayor o menor intensidad, tienen proyectos y trabajos para la creación de ciudadanía moral, social y espiritual. Tenemos que crear espacios de encuentro y diálogo entre ellas y estimular acciones conjuntas para una España más intercultural, ecologista y solidaria. Un país que dé prioridad a la integración de los inmigrantes para impedir nuevas formas de exclusión.
La laicidad es una cultura de la cooperación de sujetos e instituciones que renuncian a imponer su hegemonía, se esfuerzan en aprender unos de otros y buscan colaborar para el bien común del país. En estos días en que se inaugura la gran exposición sobre Goya, convendría que aprendiéramos el mensaje del cuadro Duelo a garrotazos. Quizá nos ayudaría a construir la España plural del diálogo, la tolerancia activa y la convivencia en paz.
Rafael Díaz-Salazar es profesor de Sociología y autor de España laica.
Fuente: El País (16/04/08)
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