16/7/07

El buen samaritano y los hombres de religión, por José Mª Castillo


Acabo de leer el texto del comunicado que han hecho los responsables de la Parroquia de San Carlos Borromeo. Y en esta tarde del sábado, víspera del domingo en el que la liturgia de la Iglesia nos presenta la lectura de la Parábola del Buen Samaritano, quiero sumarme a las muchas personas de buena voluntad que sintonizan con la Parroquia con una reflexión que me parece fundamental sobre la parábola del evangelio de Lucas.

La parábola propiamente tal se reduce al relato del hombre apaleado y socorrido por el samaritano (Lc 10, 30-35). Para comprender lo más radical que enseña esta parábola hay que despojarla de la introducción (la pregunta del jurista) y la conclusión (la práctica del amor al prójimo). Los mejores comentarios sobre la parábola lo hacen así. Porque la introducción y la conclusión han desviado la atención de la enseñanza central que, en este texto sorprendente, nos ofrece el Evangelio.

Tal enseñanza no se reduce a la práctica del amor al que sufre. Eso, que es tan excelente y tan necesario, es sólo parte de la enseñanza del relato.

El relato va más al fondo de lo que ocurre en la vida de mucha gente y en la sociedad. Y el texto escueto de Lucas 10, 30-35 lo que enseña es que "los hombres de la religión" tienen el corazón más duro que el "más indigno de los indignos", que, en aquella cultura, era el "samaritano".

Porque son los hombres de la religión, precisamente ellos, los que pasan de largo, dejando al desgraciado en la cuneta del camino. Y no vale decir (como se ha dicho tantas veces) que hicieron eso "por llegar temprano al templo". Baste tener en cuenta que el texto dice que el sacerdote y el levita "bajaban". Y bajar, en aquella cuesta, era ir de Jerusalén a Jericó. El templo no estaba en Jericó, sino en Jerusalén.

O sea, más bien se puede pensar que venían del templo. Y lo que hizo el templo fue helarles más el corazón. La religión endurece el corazón porque lo satisface con la observancia de los ritos. Y porque crea una autoconciencia de "persona recta", que es falsa. La "rectitud" se demuestra solamente en el comportamiento que tenemos ante el sufrimiento humano.

Me escandaliza ver que son demasiados los "hombres de la religión" de ahora siguen haciendo lo que hacían los del tiempo de Jesús. Se preocupan más por la observancia de los ritos que por el dolor de las víctimas. Mientras eso no se corrija, seguimos más el ejemplo de los sacerdotes, que Jesús rechaza, que del samaritano al que Jesús presenta como modelo.

El samaritano era el hombre laico de entonces. El hombre para el que los ceremoniales religiosos no eran lo primero en la vida. Y, después de todo lo que ha ocurrido en la parroquia de Entrevías, parece bastante claro que los que quieren cerrar la parroquia están más cerca del sacerdote y el levita que del samaritano.


Fuente: Fe adulta

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