La crisis del Alakrana, una vez solventada, nos presenta una buena oportunidad para salir al paso en la defensa de nuestros mares y para cuestionar la sobreexplotación de los mismos
Salvados los marineros, salvemos los mares mares y su fauna irrepetible. Juzgar el mayor o menor acierto de la administración central en la resolución de la crisis del Alakrana no constituye el motivo de estas líneas. No nos duele la gestión más o menos afortunada del secuestro, nos duele la naturaleza expoliada, los mares esquilmados… Nos duele el sobrepeso de las redes de los grandes y sofisticados barcos pesqueros. Nos duelen las miles de toneladas de atún de más que estos grandes buques llevan en sus panzas.
En casa ya los marineros, es el momento no tanto de abroncar al gobierno, sino de cuestionar una actividad que hace peligrar el equilibrio ecológico de los mares. Los “arrantzales” disfrutan ya de su merecido descanso junto a los suyos. Plegada la pancarta de “Gure arrantzaleak askatu” (“Libertad para nuestros pescadores”), es hora de desplegar otra urgente que a menudo blande Greenpeace: “No fish, no future”. Tras feliz final de una crisis que ha tenido en vilo durante 47 días a los ciudadanos de todo el Estado, es momento de abordar otra cuestión de no menos gravedad, cual es la sobreexplotación de los recursos pesqueros por parte de grandes buques de todo el mundo, abuso que se hace más patente en las aguas de difícil control.
El ser humano lleva todas las de ganar en su carrera de lucro a lo largo de los mares de todo el mundo, en tanto en cuanto la conciencia de protección de la vida en general y de los mares y su fauna en particular no se anteponga. Las poblaciones de peces no son infinitas. La localización de los bancos no es ningún problema para las nuevas tecnologías de exploración como los sónares. Se nos han dado los instrumentos para agotar la tierra y esquilmar los mares, pero aún no hemos alcanzado la conciencia para frenar el atropello y defender la vida.
Según señala la organización ecologista Fondo Mundial de la Naturaleza (WWF) las reservas de huevas del atún rojo del sur en el Océano Índico han caído el 90 por ciento. Los modernos atuneros pueden cargar más de 2.000 toneladas de pescado. En poco tiempo y con menos esfuerzo se puede pescar más, de forma que la explotación es ya absolutamente insostenible. Ello no indica que no sea legal. En este caso las leyes van a la zaga. Es preciso hablar de regulación de una actividad tan depredadora. El que los atuneros cumplan la legalidad no indica que esa legalidad no deba ser modificada.
Greenpeace hace tiempo que ha levantado la alarma al señalar que el tiempo y el atún se están acabando y que no puede permitirse que barcos de gran tamaño saqueen y vacíen las reservas de este pez. Cada vez hay más voces que reclaman, y no sin razón, que estos gigantes atuneros sean retirados y desmantelados. Igualmente apuntan a la necesidad de un mayor control sobre esta actividad en aguas internacionales.
"Las reservas marinas se necesitan con urgencia para proteger el futuro de la vida marina, incluyendo el atún. La población de atún está en peligro de extinción, si no se protege la cría y zonas de desove ahora, no habrá pescado para el futuro. Al proteger el atún, los pescadores están protegiendo su propio futuro", afirma el militante de la organización ecologista internacional Banu Dokmecibasi.
Greenpeace está realizando una campaña para una red mundial de reservas marinas de plena protección que abarque el 40 por ciento de nuestros océanos, como una manera fundamental de restablecer la salud de las poblaciones de peces, proteger los océanos y la vida.
La raya entre vida digna y sobrebeneficio es todavía nítida. No vale calzar el escudo de la crisis y el paro como argumentos mayores para poder seguir con la depredación de la vida marina, para pescar sin medida. No se puede seguir vaciando mares para disparar las cuentas corrientes de los empresarios de la mar.
Las Naciones Unidas a través de su Secretario General también ha alertado al respecto: “La actividad humana está causando grandes estragos a los océanos y mares del mundo. Los ecosistemas marinos sufren los daños ocasionados por la explotación excesiva, la pesca ilegal y sobre todo por prácticas pesqueras destructivas”.
Los expertos han dado una fecha límite de 50 años para la mayoría de las especies que viven en los mares. El atún es de las más amenazadas. Quizás haya que sacarlo de las latas. El atún es algo más que una conserva rosada y aceitada utilizada para alegrar las ensaladas de última hora. Es también mucha vida que ayer coleaba y que hoy estamos enlatando en ingentes cantidades. Algo del futuro se nos queda también dentro de ese aluminio. Lo mismo que hipotecamos el mañana con exceso de química sobre nuestros campos, lo hacemos con exceso de redes sobre nuestros mares.
Todo está interrelacionado. Por supuesto los seres vivos lo estamos. Formamos una gran red, ya volemos, ya caminemos, ya nademos. Si nos falta una especie de ave, perdemos algo imprescindible en nuestros cielos, si nos falta una clase de pez nuestros océanos ya no serán los mismos. Formamos un “pack sagrado”, ninguna especie que desaparezca no es ajena, son parte de nosotros mismos. En la tierra, en el aire o en el mar, todos formamos una, maravillosa y sagrada creación. ¡Salvemos nuestros océanos, nos estamos salvando también a nosotros mismos!
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