Ignacio Ramonet, director de Le Monde diplomatique en español, y especialista en geopolítica y estrategia internacional, presentó ayer en Valencia su nuevo libro, La catástrofe perfecta. En una entrevista con Levante-EMV resume las principales tesis de este trabajo sobre las causas y perspectivas de la actual crisis financiera y social.
ANDRÉS H. DE SÁ VALENCIA Usted titula su libro "La catástrofe perfecta". ¿Por qué?
La idea es que hay muchas crisis, pero esta vez se produce en un momento en que ya existe una conjunción de crisis: energética, alimentaria, climática... Empieza por una inmobiliaria, bancaria, de las autoridades de regulación, industrial, social... Cuando todas estas condiciones se juntan, lo mismo en meteorología se utiliza el término "tormenta perfecta", tenemos esta "crisis perfecta".
¿Y a qué atribuye esta confluencia?
No hay una causa única. La crisis climática ha sido originada por el productivismo industrial que se aceleró desde los años 50 y 60. Las demás sí están enlazadas. En la larga historia del capitalismo moderno -desde Holanda en el siglo XVII- hay una articulación constante entre el Estado y el mercado. Pero en dos períodos -el liberal de finales del siglo XIX y el neoliberalismo desde los años 80 del pasado siglo XX- y sobre todo en estos últimos 30 años, el mercado ha querido hacer creer que podía funcionar sin ninguna relación con el Estado e incluso contra el Estado. Pero ésa no es la norma del capitalismo. Esa idea de que el capitalismo puede autorregularse -como dijo Reagan, "el Estado no es la solución, es el problema"- llegó a su apogeo en los el años 2005 y 2006 cuando se llegó a creer en el milagro de que se había suprimido la posibilidad de crisis sistémicas. Ésto, que se nos llegó a presentar como una norma, esta irracional exuberancia -con la creación de nuevos instrumentos financieros que muy pocos especialistas eran capaces de definir, alejados de cualquier control- había derivado en una desconexión de la economía financiera con la real. Y cualquier burbuja acaba por estallar. Pero lo ha hecho en este contexto, coincidiendo con una crisis sistémica. Y ahora, la dificultad es encontrar una vía de salida. El área financiera está empezando a reconstruirse, pero las otras dimensiones de la crisis aún no han alcanzado su cénit y, por consiguiente, en cualquier momento esta situación precaria puede de nuevo desbocarse.
¿Qué perspectivas hay entonces?
En mi libro abro algunas, como el propio G20 intenta. Los responsable políticos no pueden abandonar la economía financiera a su propia autorregulación. Hay que regular todas estos instrumentos financieros. Hay que crear una autoridad económica internacional al estilo del Consejo de Seguridad de la ONU, porque el FMI y el BM también han sido ganados por esta ideología en el concepto de la globalización.
¿Y sobre el resto de aspectos de la crisis?
Todos los especialistas e instituciones advierten de que el paro seguirá creciendo por lo menos hasta mediados del 2010 o el 2011 en muchos casos. En este momentos, cuando los grandes bancos de Wall Street anuncian beneficios extraordinarios, el paro sube también en Estados Unidos. Además estamos viviendo un clima de deflación y podemos temer un segundo tiempo con inflación alta porque las deudas de los Estados son tan elevadas que pueden caer en la tentación de pagarla con más inflación, con lo que afectarán más a las clases más desfavorecidas. Lo peor desde el punto de vista social aún no ha llegado. Y sólo se puede salir con una política de subida de impuestos, aunque sea muy impopular.
¿Hará falta también un rearme ideológico?
Esa situación es particularmente complicada porque no hay varias teorías compitiendo, sino sólo una funcionando, la capitalista de mercado. Ahora no se puede decir que si no funciona el capitalismo, lo hará el socialismo. Hay que buscar soluciones en este nuevo marco. Por eso, hay quienes afirman que es final del neoliberalismo, que tampoco funciona, como dejó de hacerlo el socialismo de Estado. Ante nuestros ojos se derrumba el neoliberalismo, por lo que cualquier solución debe pasar por un nuevo keynesianismo adoptado al ahora, con el cambio climático y una concepción diferente sobre la sobreexplotación, el sobreconsumo... Hay que ir hacia una austeridad, una frugalidad, hay quienes hablan incluso del decrecimiento. Hay que calmar los mercados, con mecanismos como la tasa Tobin, que acabaría con la especulación con las divisas. Hay una serie de soluciones que son reformas de la economía de mercado indispensables. Quizá habría que renacionalizar algunos sectores, como ha hecho ahora EE UU.
En su libro afirma que el sistema económico es injusto y no se ajusta a los sistemas democráticos. ¿Cómo debería ajustarse?
Hay una insatisfacción cada vez mayor en nuestras sociedades al ver cómo grupos más reducidos se enriquecen desmedidamente. Eso crea una desconfianza en el sistema democrático, que debe aplicarse no sólo a la esfera política, sino también a la económica. Las privatizaciones no pueden hacerse en contra de la sociedad. Por ejemplo, en Francia millones de ciudadanos se han pronunciado en contra de la privatización de Correos. No se pueden retirar los servicios públicos a los pobres, porque es el único recurso que tienen: escuela, transporte, sanidad... Si se privatiza, les hemos quitado lo poco que tenían. El servicio público es el patrimonio de los pobres. El mercado no puede arrinconar a la sociedad, que es lo que el sistema financiero ha hecho: esa inmoralidad crea descontento social, que puede derivar en un momento dado en movilizaciones y protestas.
Fuente: Diario Levante
LA CATÁSTROFE PERFECTA
Crisis del siglo y refundación del porvenir
Ignacio Ramonet
ISBN 978-84-9888-112-7
PP 140
PVP 15 €
Editorial Icaria
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