28/11/08

Tiempo de hacer justicia, por Xavier Caño Tamayo

Más que de economía, la crisis es una cuestión de derechos humanos.

Tras los billonarios rescates de bancos y corporaciones financieras en Estados Unidos y la Unión Europea (rescate de ricos para pagar dividendos como se reconoce impúdicamente en medios informativos), llega el turno de ayudar a empresas medianas y pequeñas, a los ciudadanos de a pie. Para reactivar la economía real, en Estados Unidos anuncian que se dedicarán 800.000 millones de dólares y 130.000 millones en la UE. Veremos hasta donde es cierto. Pero a la espera de comprobarlo, no podemos demorar empezar a hacer justicia.

Porque es tiempo de averiguar las responsabilidades de los provocadores de la crisis; inductores, ejecutores, cómplices o encubridores. ¿Por qué sí juzgar y condenar a quien vende marihuana, por ejemplo (cuyas consecuencias negativas son aleatorias y no siempre dañinas) y no juzgar y condenar a los responsables del especulativo aumento del precio de los alimentos que ha incrementado los millones de hambrientos y, por tanto, el número de enfermedades y muertes por desnutrición?

Es tiempo de establecer con rigor las responsabilidades de la crisis que tanto sufrimiento, dolor y muerte han causado, y causarán. Y llevar a los responsables ante la justicia.

Debe ser así, si queda algo de vergüenza democrática, porque la perpetración de la crisis y sus consecuencias (que aún no se sabe hasta donde llegarán) han resultado ser sobre todo una global y masiva violación de derechos humanos de cientos de millones de ciudadanos del mundo. Violación de sus derechos económicos y sociales, que también figuran en la Declaración Universal de Derechos Humanos.

¿Excesivo? El artículo 25 de la Declaración dice que “toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios”. Y nada de no ser legislación invocable, porque lo es.

Varios artículos de la Declaración Universal dejan claro lo exigible a que se tiene derecho para llevar una vida digna. “Toda persona tiene derecho a obtener, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad”, resume el artículo 22.

Esta crisis es justo lo contrario. La exacerbación de un sistema (el neoliberal), profundamente injusto y estúpidamente suicida con muchas víctimas. Y, puesto que las personas tenemos esos derechos, quienes los violen deben responder. Como afirman en Amnistía Internacional, “la pobreza no es una cuestión de economía sino de derechos humanos”. Y esta crisis dolosa ha incrementado obscenamente la precariedad, la inseguridad económica y la pobreza.

Responsables de la crisis y de sus criminales consecuencias son los que Franklin Delano Roosvelt llamaba ‘bankgangsters’. Quienes ponen por encima de todo su torpe, excesivo e ilegítimo beneficio. Quienes niegan las reglas, vigilancia y control de la economía. Quienes para acumular riqueza se saltan cualquier principio, incluso la justicia más elemental y la solidaridad. Ejecutivos y directivos financieros, dirigentes y altos funcionarios de organizaciones económicas internacionales. La oscura red de directivos de paraísos fiscales y banca offshore. Especuladores de alimentos, de petróleo o lo que se tercie para aumentar indecentemente sus cuentas corrientes. Políticos profesionales y altos funcionarios estatales, cómplices necesarios de las indecencias económico-financieras que nos han llevado al borde del precipicio…

Proponer que los responsables de las violaciones de derechos económicos y sociales sean llevados a los tribunales puede parecer ingenuo o imposible. También parecía inalcanzable acabar con la esclavitud, que hubiera una legislación internacional de limitación de prácticas bélicas, de derechos humanos para todos… y tantos objetivos que, aún no logrados del todo, ahí están. Y se calificaron de utópicos al ser propuestos.

El filósofo Leonardo Boff, uno de los creadores de la teología de la liberación, ha escrito: “La crisis no acaba el mundo económico, sino este tipo de mundo, el neoliberal. El caos puede ser creativo, dando origen a un mundo diferente y mejor. En sánscrito, lengua matriz de las lenguas occidentales, crisis viene de kir o kri que significa purificar y limpiar”.

De eso se trata. Y en un mundo civilizado y democrático, la limpieza conlleva hacer justicia.



Xavier Caño Tamayo es periodista y escritor
Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias

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