Timothy Garton Ash ante los activistas de la Liga Nacional para la Democracia con Aung San Suu Kyi, en la primavera del años 2.000
La negativa del Gobierno de Myanmar a permitir el acceso de la ayuda plantea un dilema: ¿qué actitud debe asumir la comunidad internacional para garantizar el bienestar de los afectados?
Si un puente marino de ayuda respaldado por los militares pudiera salir adelante, sería partidario de él. Pero no es así, de modo que habrá que usar otros medios. Este fin de semana, a no ser que los generales birmanos descubran de pronto en sus almas marchitas algún resto oculto de decencia humana, se producirá en el delta del Irrawaddy uno de los acontecimientos más grotescos de la historia política del mundo moderno. Mientras sigue habiendo niños muertos que yacen en el barro de las inundaciones tras el ciclón devastador, mientras los supervivientes enferman de diarrea mortal, mientras el régimen militar impide a los cooperantes internacionales que lleven los suministros que podrían salvarles, los ciudadanos birmanos tendrán que acudir como borregos a unos colegios electorales levantados sobre la marcha para aprobar en plebiscito una Constitución que pretende evitar que se respeten los resultados de una elección democrática celebrada hace 18 años. Los resultados del referéndum se falsearán, por supuesto, como ya ha ocurrido en otras partes del país: según se ha informado, ha dado el sí el 93% de los votantes, con una participación de más del 99%. En el delta del Irrawaddy no cabe la menor duda de que los muertos irán a votar pronto y a menudo.
Todo esto es obra de una Junta que el año pasado aplastó brutalmente unas manifestaciones masivas -encabezadas por monjes budistas vestidos con sus túnicas de color rojo y azafrán- mucho más respetuosas del principio de la no violencia que las de Tíbet. Es obra de un régimen que, durante decenios, ha convertido un lugar que históricamente era uno de los más prósperos del sureste asiático en uno de los más pobres y oprimidos. Si alguna vez ha sido necesario un cambio de régimen en un país, es en Myanmar.
¿Y qué debemos hacer nosotros? El ministro francés de Exteriores, Bernard Kouchner, ha sido el primero en plantear el debate al invocar el concepto de "responsabilidad de proteger" internacional (RDP) que Naciones Unidas aprobó, con reservas, en 2005. Aunque en principio se pensó principalmente para otras situaciones (por ejemplo, detener genocidios y limpiezas étnicas como los de Ruanda y Bosnia), la RDP es una forma útil de enfocar el debate sobre qué podemos hacer por Myanmar, empezando por el hecho de que R quiere decir responsabilidad (de proteger), no derecho (a invadir).
La comisión internacional auspiciada por Canadá que elaboró el crucial informe sobre la RDP en 2001 hizo hincapié en este cambio de perspectiva, que es relativamente nuevo. ¿Cuándo se pone en marcha la responsabilidad, y cuál es el umbral que justifica la intervención, incluso hasta necesitar el uso de la fuerza? La comisión puso al día varias ideas tradicionales sobre la guerra justa y acabó identificando seis criterios: Causa Justa, Intención Acertada, Último Recurso, Medios Proporcionales, Perspectivas Razonables y Autoridad Apropiada. Entre las condiciones que ofrecerían una Causa Justa para la intervención figuran las "catástrofes naturales o ambientales en las que el Estado afectado no quiera o no pueda hacer frente a la situación ni pedir ayuda, y esté produciéndose o pueda producirse una pérdida importante de vidas humanas". Es decir, lo que estamos viendo.
No me cabe ninguna duda de que tenemos la responsabilidad de actuar en este caso y contamos con una Causa Justa para hacerlo sin el consentimiento explícito de los ilegítimos gobernantes de Myanmar, que están dejando que muera su gente antes que permitir que entre la ayuda internacional. A diferencia del caso de Irak, creo que incluso George W. Bush tiene la Intención Acertada. Supongo que se podría decir, al estilo de Noam Chomsky, que Occidente vería beneficiados sus intereses si adquiere influencia en un Estado que sirve de colchón entre India y China (y Myanmar tiene petróleo, sí), pero no me parece que ésa sea la razón de que haya un buque de Estados Unidos frente al delta, cargado de helicópteros y suministros. ¿Medios Proporcionales? Sí, arrojar suministros en paracaídas y crear un puente marino para hacer llegar la ayuda me parecen medidas proporcionales para salvar las vidas de decenas de miles, tal vez cientos de miles, de hombres, mujeres y niños inocentes.
En el caso de los otros tres principios, las cosas se complican. Autoridad Apropiada debería significar, en una situación ideal, una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU. Kouchner descubrió rápidamente que no la va a haber. Queda, pues, la posibilidad de algo parecido a la legitimación de la intervención en Kosovo, sucintamente descrita como "ilegal pero legítima". Pero, mientras que la acción en Kosovo contó con el apoyo de la mayoría de sus vecinos y de las democracias mundiales, en este caso no sería así (empezando por la mayor democracia del mundo, la vecina India).
Último Recurso significa que antes se han probado todos los demás métodos. Es difícil hacerlo en esta situación porque, mientras probamos, la gente está muriéndose. No obstante, ¿podemos decir verdaderamente que hemos agotado todas las demás posibilidades? La verdad es que, gracias a visitas como las del secretario general de la ONU y el ministro británico de Exteriores, Mark Malloch Brown, y gracias a algunas presiones (no suficientes) de China y otros vecinos asiáticos, el régimen ha aceptado dejar entrar más ayuda bajo la bandera de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN). Hay organizaciones que están trabajando en el delta, incluidas algunas británicas como Save the Children y Merlin, con empleados locales. Si mantenemos la puerta entreabierta, somos ingeniosos a la par que persistentes y colaboramos estrechamente con China, India y Tailandia, quizá podamos introducir más ayuda de los países ricos occidentales bajo un paraguas asiático, por así decir. Tal vez incluso podría construirse el puente marino utilizando barcos indios o, por lo menos, barcos de bandera asiática, para transportar los suministros desde los buques británicos, estadounidense y francés que aguardan. Demasiado poco y demasiado tarde, sí, pero ¿cuál es la alternativa?
Ésta es una pregunta que nos lleva a uno de los criterios más importantes: Perspectivas Razonables (de éxito, claro). Pensemos en las consecuencias probables de unos lanzamientos unilaterales en paracaídas y unos puentes marinos desde los buques, todo ello protegido por los militares. Según me han dicho, estas medidas tendrían escasas posibilidades de introducir lo que se necesita de verdad -servicios sanitarios, agua potable, suministros médicos y asistencia, además de tiendas y comida- a quienes más lo necesitan, que en muchos casos se encuentran en campamentos lejanos y aislados. Para eso harían falta transportes ligeros y trabajadores sanitarios y de cooperación entrenados sobre el terreno.
Algunos observadores se ríen: "No pensarás seriamente que las patéticas fuerzas del régimen intentarían impedir eso". Pues sí lo pienso, porque ya lo han hecho. Hasta el fin de semana pasado no habían permitido más que la entrada de tres -¡tres!- cooperantes internacionales en el delta. Las ONG que están sobre el terreno dicen que temen que una acción así provocara la suspensión inmediata de otras ayudas. La indiferencia de los generales ante la suerte de su propio pueblo sólo es equiparable a su egoísmo, su cinismo y su falta de contacto con la realidad. ¿Podrían ser tan tontos como para impedirlo? Podrían.
La protección hay que ejercerla con responsabilidad; es decir, con un cálculo cuidadoso e informado de las consecuencias probables. Mi conclusión es que debemos utilizar cualquier medio salvo la acción unilateral (o de una "coalición de los dispuestos" occidental) respaldada por los militares, que tiene pocas Perspectivas Razonables, no es seguramente el Último Recurso y no contaría con la Autoridad Apropiada. Eso no significa que no tengamos que hacer nada. Tenemos la responsabilidad de actuar por todos los demás medios razonables, y existen muchas formas de "intervención" que no son militares. Para nosotros, los ciudadanos corrientes, una de ellas es asegurarnos de que las organizaciones de ayuda que están trabajando allí tengan dinero suficiente.
En cuanto a los generales criminales, que, creámoslo o no, se consideran buenos budistas, sólo diré una cosa: han generado ya tanto mal karma que, si existe justicia en el gran ciclo de las cosas, se reencarnarán en forma de ratas.
Fuente: Periódico El País. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia
Más información de Timothy Garton Ash en su web
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