10/6/07
Un líder diferente en Eslovenia
A sus 57 años, Janez Drnovsek, jefe de estado de Eslovenia, es un político atípico. Vive aislado en un monte, tiene dos hijos de diferentes madres pero siempre ha estado soltero, se encarga de las tareas del hogar y combate el cáncer de riñón con una dieta vegetariana estricta.
El presidente de uno de los estados miembros de la UE, un país en el que circula el euro, se plancha sus propias camisas. De hecho, vive solo en un pueblo de la montaña, sin ningún tipo de asistencia, preparando su propia comida estrictamente vegetariana. Entre sus tareas cotidianas están la de impulsar una acción internacional por Darfur, hornear su propio pan o responder a un consultorio quincenal en la principal revista femenina del país.
La población de Eslovenia, la pequeña república ex yugoslava que entró por la puerta grande en la Unión Europea en 2004 –el único país del Este que accedió como contribuyente, el único admitido en la zona euro–, ha asistido con todo tipo de actitudes a la transformación vivida en los últimos años por el principal político de su historia, Janez Drnovsek, de tecnócrata a una especie de gurú amante de la naturaleza.
El hombre que negoció su independencia en 1991 y que, desde entonces, ha sido primer ministro o presidente de manera continuada, sólo con paréntesis de algunos meses, fue el año pasado el autor del libro más vendido en el país, un texto de autoayuda titulado Meditaciones sobre la vida y la consciencia.
Hay quienes, escépticos, consideran que se trata de la última estrategia política para reinventarse a sí mismo a los 57 años, buscando una salida «de prestigio»; pero no son pocos los que creen que Drnovsek ha alcanzado alguna clase de nueva paz interior a través del contacto con la naturaleza. Y en Eslovenia, un país especialmente orgulloso de su herencia ecológica, alpina y mediterránea, una trayectoria vital de este tipo es aceptada con naturalidad por muchos ciudadanos.
Drnovsek recibe a Magazine en la casa en la que ha decidido vivir a 50 km de Ljubljana, la capital, en una colina próxima a la localidad de Zaplana. Es la primera ocasión en que permite que un medio de comunicación le tome fotos en el lugar; sólo existen algunas imágenes «oficiales». Tal vez sea porque el presidente siente especial cariño por España y habla con fluidez el castellano. El año pasado, sin embargo, no pudo devolver una visita previa del Rey Juan Carlos debido a problemas presupuestarios, que forman parte de los enfrentamientos que mantiene con su viejo rival y actual primer ministro, Janez Jansa.
La casa, agradable pero de tamaño modesto –la cocina americana está integrada en el propio salón–, no tiene especiales medidas de seguridad. El propio Drnovsek, vestido de manera informal, sale a abrirnos la valla. Toma nuestros abrigos, se ofrece a hacernos un café, no muestra la menor sombra de la rigidez que acompaña a cualquier político de su posición y, sobre todo, de su historial. El mobiliario es de sólida madera, sencillo, llamativamente desprovisto de adornos.
El presidente habla con un castellano claro y pausado, con voz grave, meditando cada concepto. Comienza por explicarnos las razones que le llevaron a abandonar el palacio presidencial para vivir por sus propios medios en una casa que, por ejemplo, fue asaltada el año pasado por uno de esos osos alpinos que son orgullo del país. «Durante toda mi vida, como muchas otras personas, tuve una voz interior que me decía que debía vivir de otra manera, actuar de otra forma. La diferencia es que ahora sigo esas intuiciones. He escapado de la obligación de hacer cosas mecánicamente, sin verdadera razón. Y ahora, a medida que alcanzo un mayor equilibrio, escucho esa voz interior con mayor claridad, y eludo cuando son innecesarias todas esas cosas que los políticos estamos obligados a hacer por inercia, como las interminables recepciones, los actos vacíos», explica.
En 1999, Drnovsek fue operado de un cáncer en el riñón. Los tumores se reprodujeron en otras partes de su cuerpo en 2001. Tras diferentes tentativas para curarle, en 2005 decidió abandonar cualquier tipo de tratamiento. Se convirtió en vegano, es decir, vegetariano estricto que no consume ningún producto de origen animal; se compró la casa en la montaña y terminó por afirmar a la prensa local que, simplemente, para él la enfermedad no existía ya. Aunque sufrió el año pasado un desvanecimiento en los actos del decimoquinto aniversario de la independencia del país, ahora afirma de manera tajante que se encuentra perfectamente.
Su secreto, asegura, ha sido encontrar el equilibrio a través de un mayor contacto con la naturaleza. «Puede que a alguna gente le pareciera un cambio radical, pero yo siempre busqué un camino mejor. No hubo un punto de inflexión. A lo largo de las experiencias de mi vida, bastante complejas, siempre me acompañó la sensación, como creo que le pasa a mucha gente, de que no era aquello lo que yo realmente quería. He conseguido un mayor equilibrio como persona a través del contacto continuo con este entorno natural, con una vida más simple y la posibilidad de hacer por mí mismo las cosas necesarias para mantenerme. Quien sólo se concentra en los libros no puede ser una persona equilibrada…».
Sábados muy caseros. Drnovsek, que se ha mantenido soltero aunque tiene dos hijos como consecuencia de relaciones esporádicas, consagra un par de horas al día a las tareas de la casa y el jardín, un tiempo que aprovecha para meditar a la vez. Los sábados, liberado de compromisos, emplea aún más tiempo en la casa. Mientras trabaja, piensa, por ejemplo, en Dios: «No sigo una fe establecida. Sí, estoy seguro de que existe una consciencia universal y que todas las religiones tienen su origen en ella. Todas tienen un elemento en común: buscar la mejora del ser humano. Y a través del desarrollo de la propia consciencia individual, es posible acercarse a un contacto con la consciencia universal».
Las palabras de Drnovsek han calado en algunos de sus conciudadanos. Tres mil de ellos forman el cuerpo de voluntarios activos del Movimiento para la Justicia y el Desarrollo, la ONG creada por el presidente. En su blog y en el consultorio que responde en la revista femenina Jana se acumulan los mensajes de personas que han dado una nueva orientación a su vida con la lectura de sus textos, o que piden consejo para afrontar sus dificultades cotidianas.
Drnovsek insiste en que, pese a las facilidades que ha podido tener para cambiar su vida por su condición de político de éxito, el fondo de sus enseñanzas es aplicable al día a día de cualquiera: «Lo importante es encontrar tu lugar de reflexión. Puede ser un rincón de la casa, puede ser una iglesia... Hay que disponer de media hora al día para poner distancia con los problemas que nos atacan. En Madrid, por ejemplo, ustedes tienen esos estupendos parques por los que todo el mundo debería encontrar un hueco para pasear dos o tres veces por semana. Eso ya puede ser suficiente para tener una sensación de contacto con la naturaleza y limpiar la energía negativa acumulada».
El problema es, para el presidente esloveno, que existen carencias sensibles en la vida moderna que hacen que las personas no encuentren satisfacción en su existencia cotidiana: «El rápido desarrollo tecnológico ha cambiado nuestra forma de vida, nos ha alejado de la naturaleza y de nosotros mismos, haciéndonos perder el sentido de nuestras verdaderas necesidades. La humanidad se encuentra en un punto muy bajo del desarrollo de su consciencia, algo especialmente peligroso cuando estamos por primera vez en un momento de la historia en que podemos destruirnos a nosotros mismos por completo».
La crítica hacia la tecnología no hace, sin embargo, que Drnovsek no saque partido de ella: en particular, es un gran aficionado a Internet. «Es una gran herramienta para llegar a más gente. Tengo otros adelantos en mi casa, como un equipo de música, ¿por qué no? Lo importante es que esos objetos me hagan más agradable la vida, o que me den más tiempo para el contacto con la naturaleza. Tengo la música, pero ahora he descubierto la belleza del silencio».
Pese a que él asegure que todo ese pensamiento estaba latente en su interior, la carrera política de Drnovsek no hacía presagiar en modo alguno esta evolución hacia posiciones en ocasiones casi místicas. En 1989, con 39 años, tras una fulgurante trayectoria que le llevó a ser el representante esloveno en la presidencia yugoslava, se convirtió en presidente de la presidencia conjunta federal –equivalente a la jefatura del Estado–, lo que entre otras cosas incluía ser el presidente del movimiento de los No-alineados.
Pero poco después, Drnovsek estuvo entre los líderes del movimiento de secesión y firmó en 1991 con el ejército yugoslavo la independencia de su país. Luego pasó a liderar un partido político heredero de las juventudes socialistas, con el que ganó sucesivas elecciones hasta abandonarlo en 2006 para crear su Movimiento para la Justicia y el Desarrollo.
Las experiencias del presidente esloveno en el periodo de la ruptura de Yugoslavia fueron recogidas en su primer libro, El laberinto de los Balcanes (Ediciones B). Hoy, examina ese proceso con perspectiva: «En 1989, la población eslovena estaba mayoritariamente por algún tipo de arreglo, como una confederación, que hubiera podido mantener Yugoslavia unida. Fue la agresividad de los nacionalistas serbios encabezados por Milosevic la que nos hizo sentirnos amenazados y nos hizo huir de ese peligro buscando nuestro propio destino».
Pese a ese pasado independentista, Drnovsek es tajante a la hora de negar cualquier similitud con la situación en España : «Yugoslavia era un estado artificial, creado en 1918, compuesto por pueblos muy diferentes desde el punto de vista cultural e histórico, y mantenido después por gobiernos autoritarios. España es un estado con tradición de siglos, sin tantas diferencias entre sus regiones. No hay comparación posible entre ambas situaciones».
Los temas internacionales son los que parecen preocupar hoy más en el campo político a Drnovsek. Cuestiones como las ecológicas, sobre las que lanza un mensaje claro: «Estamos a 10 ó 15 años de un punto de no retorno. Hay que terminar con el actual modelo de desarrollo, que sólo satisface a las grandes corporaciones. Sería de desear que los Estados Unidos asumieran su responsabilidad y fueran capaces de liderar el esfuerzo mundial en este campo».
En los últimos meses, se ha mostrado también especialmente activo en la lucha contra el racismo. Acudió a defender a una familia gitana que iba a ser desalojada por sus vecinos. Sin embargo, su visión del asunto no es de un idealismo al uso: «Los gitanos no se integran en la sociedad y eso causa periódicos conflictos con la población. Las dos partes deben hacer un esfuerzo para acomodarse».
En el tema de la inmigración, Drnovsek es crítico con la posición de la UE: «Una sociedad tiene un límite de gente a la que puede admitir, pienso que entre un 10 y un 20%. Es difícil absorber a más gente llegada de fuera, aunque la miseria hace que quieran venir más y más… Obviamente, la única solución es el desarrollo en esa parte del mundo.
Pero la Unión Europea tiene políticas, como el proteccionismo agrario, por el que cada vaca es subvencionada con dos dólares al día…, ¡más dinero del que la mayoría de la población en África dispone para vivir! Además, hace 30 años que la ONU recomendó dedicar el 0,7% del PIB a la ayuda internacional, y la UE apenas llega al 0,3%...
Luego se invierten cifras enormes contra el terrorismo, pero si se hicieran esfuerzos para ayudar al Tercer Mundo, posiblemente los líderes fundamentalistas no tendrían tan fácil reclutar a jóvenes para suicidarse entre una población con sus necesidades básicas cubiertas».
Pese a su aviso sobre dificultades en el horizonte, el mensaje de fondo de Drnovsek no es negativo. Cree que la iniciativa aún está en manos de los ciudadanos: «Cada uno debe actuar como esté en su mano hacerlo. Yo escribo libros, con el objetivo de despertar al ser humano consciente. Y tal vez consigamos una masa crítica de hombres conscientes que puedan influir en la política y la economía».
Fuente: El Magazine de El Mundo del 10/06/07
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