2/6/07

"La Carta de la Tierra invita a un camino personal". Entrevista a María Pinar (Fundación Valores)


La carta de la Tierra es el documento más consensuado de la ONU en toda su historia. Orientado a promover el equilibrio planetario en todos los órdenes, ha sido declarado por la UNESCO como herramienta fundamental para este decenio de la educación en desarrollo sostenible (2005-2014). Pero, sobre todo, es una invitación a transformarnos para superar contradicciones y acercarnos al lugar que nos corresponde en el proceso de evolución planetaria.

María Pinar Merino, dedicada al desarrollo personal desde diversos ámbitos, trabaja en la difusión de la Carta de la Tierra (www.cartadelatierra.org), a través de Fundación Valores (www.fundacionvalores.es), y a sus 51 años se siente con mayor fuerza y convicción para intentar cambiar el mundo que cuando empezó sus estudios en la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense en los años setenta. Se trata de concienciar a los maestros, un gremio que suma 60 millones de personas en todo el mundo, y atraer a los niños, que son muchísimos más, que son el futuro… inculcándoles los valores humanos universales.

El primer fin de semana de junio Fundación Valores celebrará su III Congreso de “Proyectos y Utopías para un mundo mejor”. La presencia en España de Leonardo Boff durante la semana previa al encuentro quizá sea el espaldarazo necesario para llenar esos días el Teatro de la Casa de Campo a favor de la Carta de la Tierra.

Integridad ecológica, justicia social y económica, amor y respeto hacia la comunidad de vida, y creación de una cultura de paz son los pilares que la sustentan. Quienes la defienden, aseguran que “Gente pequeña, en sitios pequeños, haciendo cosas pequeñas, está cambiando el mundo”. Algo está pasando en las conciencias. María Pinar se pregunta si será que la alarma generada con el cambio climático está despertando en la humanidad el instinto de supervivencia propio de las especies en peligro de extinción.

María Pinar sueña con que estemos viviendo una inflexión en la evolución de la humanidad, como indica la Carta de la Tierra: que este tiempo se recuerde como “el despertar de una nueva reverencia ante la vida (…) el aceleramiento en la lucha por la justicia y la paz…”. Parece una oración, ella lo reconoce. Y, aunque hay aspectos del ser que sólo entiende desde la dimensión espiritual, prefiere en este caso hablar de humanidad, de compromiso, de conciencia ecológica, de derechos…

Fundación Ananta: La Carta de la Tierra puede parecer uno de tantos documentos.

María Pinar Merino: Uno de sus rasgos diferenciales es el grado de consenso con el que cuenta. Desde Río en 1992, en la Cumbre de la Tierra, se fue depurando y recogiendo valores de todas las culturas, de tal manera que puede identificarse con ella cualquier raza, etnia, cultura o rama espiritual.

La agenda 21 de desarrollo local, que surgió allí representaba el cuerpo, pero faltaba el alma, la inspiración, la trascendencia… Pasaron ocho años hasta que se aprobó en Holanda, con todos los honores y después de nutrirse de todos los aspectos éticos, espirituales y filosóficos que conforman los valores humanos universales.

FA: Intentáis implicar sobre todo a los maestros.

MPM: En el mundo hay 60 millones de docentes. En la UNESCO se dieron cuenta, a la vista de las magnitud de los problemas que padecemos (pandemias, guerras, hambre, catástrofes naturales, falta de libertades, injusticias…) que cada vez eran más los focos de necesidad y mayores las dificultades para la distribución de las ayudas, por todo ello era necesaria una auténtica revolución, que pasaba por buscar una “fuerza organizada” con presencia en todo el planeta; la de los docentes parece la red ideal. El gran aldabonazo para la Carta de la Tierra ha sido su declaración como herramienta fundamental para el decenio de la educación en desarrollo sostenible (2005-2014), por parte de la UNESCO.

FA: ¿Se puede entender la Carta de la Tierra sin convicciones espirituales?

MPM: Absolutamente: se trata de tomar conciencia de que “estamos en un momento crítico de la historia en el que la humanidad debe elegir su futuro”, como empieza el texto. Albert Einstein dijo hace tiempo que el mundo es como una manta tejida, en la que si tiras de un hilo, se mueve toda la manta. Ahora que tenemos más información, es aún más evidente: si hay una sequía en el Lago Victoria, los corales del Caribe empiezan a tener problemas por un polvo en suspensión que es arrastrado por unos determinados vientos… Pase lo que pase en cualquier lugar, lo acusamos. Es verdad que todo esto coincide con el mensaje de los místicos, pero no hace falta compartir sus creencias para ver que la humanidad, tiene una única casa habitable. Ya no tiene sentido guiarnos por los sistemas de producción y explotación salvaje que solo tienen en cuenta el presente y el entorno más cercano; hoy tenemos que pensar en las generaciones futuras, en el desarrollo sostenible.

FA: Son cambios difíciles.

MPM: Integridad ecológica, justicia social y económica, amor y respeto hacia la comunidad de vida y creación de una cultura de paz son los pilares en los que pivota todo; pero tienen que “hacerse carne” en la vida cotidiana para que no sean palabras vacías. Por eso, la segunda dimensión de este documento es enfocarlo como un proceso de transformación personal.

FA: ¿Cómo se abordaría ese proceso?

MPM: El primer reto es revisar nuestros propios valores y discernir cuáles son de verdad favorables a la comunidad humana y al planeta, por encima de religiones y filosofías. Todos tenemos muchas transformaciones pendientes y muchas actitudes que adecuar a nuestros valores, en las relaciones con nuestras familias, con nuestros compañeros de trabajo. También –y especialmente si nos sobran recursos- hacia los bienes de consumo como el agua, la energía eléctrica, el uso de combustibles... tenemos que poner en práctica un consumo ético y responsable.

FA: Hay quien dice que el cambio climático está despertando conciencias…

MPM: Efectivamente, lo que se está despertando, a raíz de los informes sobre el cambio climático publicados, es una especie de conciencia de supervivencia muy instintiva que dice “somos una especie en peligro de extinción”; así de fuerte. Los datos son tan alarmantes que la gente por primera vez se para a escucharlos. Personalmente, sin embargo, me parece más grave, si cabe, la cantidad de problemas sociales y de interrelación que tenemos las personas. Hay cosas que sólo se pueden hacer en grupo y se nos olvida. El crecimiento de la persona está en la interrelación, en la gestión que hagamos de lo que somos y lo que tenemos, si esa gestión no tiene en cuenta al otro, pues hemos perdido el rumbo.

FA: ¿Qué deberíamos hacer quienes no somos maestros ni educadores?

MPM: Simplemente estar atentos durante el día, y seguro que surgen las oportunidades de vivir con coherencia, y de distinguir las necesidades reales. Lo que hagas repercutirá en el último rincón del planeta. Uno no necesita mucha ropa ni un coche muy bueno, lo que necesita es sentirse sólido, querido y apoyado por lo que es, no por lo que tiene. Pero estamos enfocados en tener más: títulos, prestigio, medios, dinero, y nos hemos dado cuenta de que eso crea un tremendo vacío, que no nos satisface. Los principios de la Carta de la Tierra van enfocados a ser más como persona, a sentirte mejor con lo que haces, con lo que tienes, y con los demás.

FA: ¿Es urgente especialmente ahora?

MPM: En los últimos años, especialmente en las ciudades, vivimos desconectados de la naturaleza, es tremendo, es imperdonable, porque es una fuente de vida y de riqueza a todos los niveles; vivimos muy desconectados también de los demás, porque cada uno está en un círculo cada vez más pequeño y nos conectamos a través de Internet, que aunque satisface nuestra necesidad de comunicación no es comparable con la que se lleva a cabo persona con persona.

La tercera gran desconexión es con nosotros mismos, con nuestro interior, con nuestra esencia; tenemos la vida tan llena de cosas que no buscamos un ratito para crear ese espacio de intimidad tan importante, tan fundamental, tan nutritivo, tan vital y equilibrante, que nos haga darnos cuenta de quiénes somos, de cómo estamos, de lo que necesitamos, de lo que queremos hacer el día de mañana… Vamos por detrás de los acontecimientos, y los gobiernos igual, por eso la situación planetaria ha llegado a donde ha llegado.

FA: ¿Cundirá alguna vez una cultura de paz?

MPM: En este sentido, yo creo que no se trata sólo de que los gobiernos firmen acuerdos de paz, de que no haya armas nucleares, eso son normas, y las normas se ponen cuando faltan los valores. Cada uno de nosotros sabe en conciencia cómo crear una cultura de paz. Nosotros no tenemos el poder de tirar bombas ni misiles, pero hay determinadas frases que son armas de destrucción total, armas que destruyen la intención, el ánimo, la ilusión, la confianza… vivimos protegiéndonos para sentirnos seguros, porque todo nos parece hostil, las relaciones son hostiles... Ahí es donde cada uno puede hacer algo.

FA: Parece imposible resolver las diferencias económicas y sociales.

MPM: El 15 por ciento de la humanidad acumulamos los recursos de los que carece el 85 por ciento, y eso indica la magnitud del cambio de que hablamos. Sin embargo vivimos una época en que cada vez se acelera todo más y más. Si echamos la vista atrás nos sorprendemos de lo que ha cambiado todo en los últimos veinte años, por ejemplo. Ahora se necesitaría mucho menos tiempo para conseguirlo, estoy segura. Lo que está claro es que Occidente, que es quien tiene los medios, tiene una responsabilidad mucho mayor. Deberíamos asumir que cuando ayudamos a un país pobre no estamos dando limosna, sino aportando equilibrio, algo que nos beneficia también a nosotros.

FA: ¿No es excesivamente optimista pensar que podemos hacer algo nosotros, a pie de calle?

MPM: Yo soy optimista porque cada día veo que hay muchas cosas que están cambiando. La revista “Time”, en su portada eligió como personaje del año 2006 una silueta anónima de un ciudadano en una pantalla de ordenador. La nueva democracia, el nuevo poder del siglo XXI reside en la gente. Ese poder de comunicación que nos dan las nuevas tecnologías a través de Internet, los mensajes sms, suprime las fronteras, son movimientos incontrolables desde las instituciones. La gente de a pie puede ponerse en marcha de forma masiva y a nivel mundial dejar oír su voz para presionar a los gobiernos, sin que nadie les organice, a espaldas de lo que representa el poder.

FA: ¿Ya hay gente concienciada con todo esto?

MPM: Si, cada vez más; hay más personas involucradas en pequeños proyectos locales y eso es tremendamente contagioso y transformador; porque se pasa de la conciencia individual a la conciencia social. Cuando un elemento aumenta su nivel de conciencia, el conjunto sube: cuando en el caos se introduce un elemento ordenado, los demás tienden al orden… las ondas de un lago se propagan hasta la orilla de un modo visible, pero si pudiéramos ver los micro-movimientos, veríamos que llegan hasta el infinito.

FA: ¿Nos reflejamos unos a otros permanentemente?

MPM: Daniel Goleman, en su libro “Inteligencia social” habla de experimentos en los que se ha demostrado que si una persona en estado normal empieza a ver fotografías de gente enfadada, con actitudes violentas y negativas… automáticamente empieza a generar en su cuerpo esos estados de ánimo. Tenemos unas neuronas llamadas “espejo” que se especializan en reflejar lo que vemos; y estamos todo el día viendo imágenes negativas, los medios de comunicación nos muestran una y otra vez la cara más espantosa del horror… por eso para despertar hay que alejarse un poco, tratar de ver las cosas de un modo más global. Casi siempre, con perspectiva se ve la salida y solución. Y casi siempre esa solución pasa por la implicación personal allá donde cada uno alcance.

FA: Aconsejas también potenciar lo positivo?

MPM: Cualquier persona en un momento de suma tensión cambia en cuestión de segundos si cierra los ojos y piensa en algo agradable de su infancia…cualquier detalle: el roce de una toalla, el olor del bizcocho que hacía su abuela…puede determinar un cambio súbito. Estamos llenos de tóxicos. No se trata de ignorar la realidad, sino de que, una vez que se tiene la conciencia clara de lo que ocurre, llenarse de energía y actuar. Tenemos que ser parte de la solución, no del problema. Por eso conviene cada día prepararse, revestirse de esos valores, de los estados de ánimo que quieres para tu vida; no importa si es meditando, respirando aire puro en el parque o escuchando música. Si fuéramos medianamente conscientes, y actuáramos en consecuencia, provocaríamos el cambio de los medios de comunicación, la publicidad, la información, todo.

FA: Parece que el organismo lo agradece también.

MPM: Claro que si, uno mismo es el primer beneficiado o perjudicado por sus pensamientos y actitudes. Cuando uno está deprimido o angustiado, se cierra el plexo solar, nuestra principal entrada de energía vital y se bloquea la glándula timo, que es la responsable, entre otras cosas, de generar los linfocitos T, las células anticancerígenas. El sistema inmunológico se deprime y bajan inmediatamente nuestras defensas. Y –al contrario- cuando mantenemos una actitud abierta, positiva y con confianza ante la vida, somos capaces de revertir un proceso degenerativo, o de enfermedad trabajando las emociones y los estímulos anímicos.

FA: ¿Puede trasladarse al “organismo planetario”?

MPM: Evidentemente. Si tienes un determinado espíritu de servicio, disponible para defender tu filosofía de vida, vas a sintonizar con lo que favorece ese propósito, vas a encontrarte con las personas adecuadas. Confiar en algo, apoyarlo y empezar a actuar, eso va a generar acción… Ahora imaginemos un docente ordenado, alineado, teniendo claro cuál es su papel, qué es lo que quiere enseñar, qué tipo de semilla quiere sembrar en esos niños, dispuesto a poner su granito de arena para que un mundo mejor sea posible. Por mucha situación caótica que se encuentre, los niños se “contagian” directamente, como nos explica la ley de coherencia en física… y, si eso se extiende, funciona luego como las cadenas de favores…

FA: La gente se suma porque en el fondo consiste en ser un poco más felices…

MPM: Consiste en vivir de una manera más sana y más coherente y eso es muy gratificante… las modas, las tendencias, las organizaciones, las instituciones… se irán adaptando.

FA: En la práctica, ¿En qué consiste la difusión de la Carta de la Tierra?


MPM: Estamos en una fase de sensibilización. En nuestra primera etapa estamos dando cursos de formación a los maestros de infantil y primaria. No son herramientas pedagógicas al uso, que tienen muchas, sino talleres de motivación personal, de transformación, que van dirigidos a ellos como personas, para que puedan sacar después el mejor maestro que llevan dentro. En las aulas se necesitan nuevas maneras de enfocar la labor docente, nuevas estrategias; se trata de recuperar los valores de la persona para que los puedan transmitir en clase. Y darles recursos como meditación, juegos, visualizaciones creativas, música, danzas… que sólo se utilizaban con los niños más pequeños porque son más emocionales, y que hay que trasladar a todos para abrir canales de aprendizaje que no deberían cerrarse nunca. La diferencia con lo hecho hasta ahora es que apostamos por la maduración personal, para que el docente sea el primero en experimentar el cambio que desea para sus alumnos. Y también hay talleres para niños, en los que se introducen juegos, teatro, títeres gymkhanas, todo lo que represente una manera alternativa y creativa de aprender las reglas básicas de la solidaridad, el respeto, la paz, la cooperación, la justicia, la igualdad...

FA: ¿No ha incorporado ya muchas novedades la enseñanza reglada?

MPM: Sí, pero en muchos casos vuelven a ser libros y fichas. Hay que moverse, accionar; se aprende en la medida en que algo te emociona. Tener una ficha con más “colorines” no emociona, el amor por la lectura no se adquiere cuando el libro que te mandan leer es materia de examen, porque entonces es una asignatura más; hay que descubrirle la magia de la imaginación, el poder del pensamiento, la capacidad creativa, la fantasía.... No se trata en este caso de incorporar otra asignatura, sino un elemento transversal, que condiciona todo el programa educativo. Los valores deben estar presentes en todas y cada una de las asignaturas y actividades que se dan en la escuela. Nuestras propuestas son actividades lúdicas que funcionan como atajos, porque no siguen la trayectoria lineal del pensamiento racional. Algo tan sencillo como, por ejemplo, dar la bienvenida a un compañero nuevo con una danza en corro que todos tengan que aprender.

FA: ¿Podría entrar en conflicto con la educación familiar?

MPM: Queremos crear una escuela de familias. Ahora, muchos niños enseñan a sus padres a reciclar la basura, o a respetar las plantas. En algún colegio les hemos enseñado a sembrar berros y a experimentar la diferencia en su crecimiento entre los que son cuidados y tratados con amor o solo con agua. Y ellos lo transmiten luego en casa.

FA: Parece una verdadera revolución de la figura del maestro.

MPM: Un maestro, como un terapeuta, es un acompañante del proceso de crecimiento de la persona y tiene que ser capaz de activar la motivación por aprender de esa personita, acompañar el proceso de desarrollo hacia la felicidad y la plenitud, hacia la libertad y la participación, no hacer médicos o arquitectos; eso va después, cuando lo importante esté ya asentado.

Hasta ahora ha imperado el sistema reproductor, repetitivo, técnica, conocimiento, instrucción y mucha mente; muy poco corazón y muy pocas emociones. El mundo emocional es el noventa por ciento de la persona, la creatividad está relacionada con esas potencialidades, y debe ser la mente racional la que te dice después cuándo, cómo, dónde y de qué manera aplicar lo intuido. Eso es lo que nos aporta el método científico. Pero el impulso primero parte de nuestro hemisferio cerebral derecho, del corazón, de la emoción (e-movere indica “movimiento hacia”). Tenemos que ver la educación desde ahí. No se trata de “meter” conocimiento sino de que el niño aprenda a “concebir” el conocimiento dentro de él, sostenido por una escala de valores que le dé seguridad y confianza, que le ayude a ser parte de un mundo mejor, poner más normas, poner más “rigideces”, poner más controles, es como querer sujetar el agua entre las manos.

FA: Se necesita una convicción fuerte para esta apuesta…

MPM:La apuesta es que cuando los niños pequeñitos de ahora lleguen a secundaria, a la universidad, a sus puestos de trabajo, tengan esa cultura de paz, de justicia social, de amor por todo lo que es vida. Para mi este proyecto está siendo una experiencia apasionante… Y sí, es como si tuviera otra vez veinte años. Cuando empecé a estudiar Psicología en 1976, quería cambiar el mundo; ahora, me siento con más fuerza y más convicción, con más seguridad y encauzo esos mismos ideales de joven en la Fundación Valores. Tengo mucha confianza en los niños y me estoy llevando muchas sorpresas con los maestros. Están más abiertos a aprender y dispuestos a participar en esta revolución que empieza con su transformación personal. Han entendido la estrecha relación que existe entre el despertar de la conciencia individual y el despertar de la conciencia colectiva.

FA: ¿Un cuento de niños, para entender bien todo esto?

MPM: Había una vez un rey feliz en el paraíso, cuya alegría aumentaba al atardecer, oyendo cantar a los ruiseñores. Un día llegó el rey del progreso aparente y le hizo ver lo molesto que era el croar de las ranas (algo en lo que el rey del paraíso nunca había reparado), y cómo distorsionaba la música de los pájaros. Obsesionado con pesadillas de ranas espantosas, el monarca del Edén no podía dormir, hasta que pidió a su colega una solución. El rey del progreso aparente le pasó un veneno que funcionó inmediatamente. Pero aquel polvito blanco enturbió los estanques cristalinos, y poco después todo se llenó de cadáveres de las ranas muertas, una carroña pestilente; las moscas y los mosquitos se reprodujeron imparablemente… Y todo fue un reclamo para que se trasladaran allí a vivir los murciélagos, un animal que aterroriza a los ruiseñores. Y desde entonces jamás nadie volvió a oír cantar, ni a ver siquiera, a ningún ruiseñor. Y colorín colorado…”.


Fuente: Fundación Ananta

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