21/4/07
Día de la Tierra. Manifiesto Ecología y Espiritualidad
Manifiesto de la Jornadas de Ecología y Espiritualidad de la Universidad de Verano de La Gomera
Los abajo firmantes hemos participado en las jornadas sobre Ecología y Espiritualidad organizadas por la Universidad de verano de La Gomera. Reunidos en este lugar pleno de sacralidad que es el bosque milenario del Parque Nacional de Garajonay, manifestamos nuestra plena adhesión al Manifiesto 2000, firmado por todos los premios Nobel de la Paz y promovido por la UNESCO, cuyos puntos clave son: El respeto a todas las vidas. El rechazo de la violencia. El cultivo de la generosidad. El diálogo como fuente de mutua comprensión. La preservación del planeta. La práctica de la solidaridad. En relación con el mencionado punto de la necesidad de preservar el planeta, declaramos:
1. Nuestro reconocimiento de la extrema gravedad de la crisis ecológica planetaria algunas de cuyas manifestaciones son la pérdida irreversible de una parte creciente de la diversidad biológica de la tierra, la alteración del clima debido al calentamiento de la atmósfera, la escasez creciente de agua potable, la contaminación del agua, la tierra y el aire; la destrucción de la capa protectora de ozono que nos hace temer que la tierra deje de ser un lugar en el que nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos disfruten de un entorno saludable, armónico y pacífico.
2. Consideramos que las causas directas económicas, sociales, demográficas, políticas de esta situación de crisis son múltiples y complejas y requieren un acercamiento multidisciplinar desde la visión que nos aporta nuestras tradiciones espirituales y humanistas, queremos sin embargo remarcar que a un nivel profundo la mencionada crisis ecológica es una manifestación de la percepción fragmentada que nuestras sociedades han tenido de la naturaleza. Según esta percepción, el espíritu ha quedado separado de la materia, la cultura ha quedado escindida de la naturaleza y el ser humano ha quedado anulado del intrincado tejido de interrelaciones que constituye la trama misma de la vida.
Esta crisis es también manifestación de la desacralización de la naturaleza. La tierra ha quedado reducida a un "mundo de objetos muertos", una especie de máquina que el ser humano explota con el único objetivo de satisfacer sus siempre crecientes deseos que han desembocado en una avidez por el consumo.
Esta avidez responde por un lado al vacío existencial del ser humano que ha quedado alienado del carácter sagrado de la vida y por otro, a la incesante estimulación al consumo promovido por el sistema económico actual. Consideramos también que ha existido una relación estrecha entre esa dominación destructiva que se ha ejercido sobre la tierra y la relajación que han conocido durante siglos los valores de nutrición, cobijo, relación, empatía que lo femenino aporta al ser humano. Sin el desarrollo de estos valores en el corazón de las personas es poco menos que imposible que estas personas encuentren una relación respetuosa, armónica y curativa en su contacto con la naturaleza que les rodea y de la que forman parte.
3. Que el ser humano que ha provocado esta crisis tiene la capacidad, recursos, inteligencia, bondad, creatividad y sentido de responsabilidad para resolverla adecuadamente. En ese sentido consideramos necesario:
Transformar la percepción fragmentada de la naturaleza en una percepción integradora, holística, basada en la mutua relación de interdependencia entre todos los seres.
Recuperar el carácter sagrado de la vida incluyendo a todos los seres ya que la vida es manifestación del espíritu invisible.
Promover una sociedad basada en la moderación, que recupere y fomente los valores de comunidad y solidaridad. Que promueva activamente la lucha contra la injusticia, la pobreza y la desigualdad, que se integre armoniosamente en los ecosistemas.
Educar a nuestros hijos respetando sus ritmos y necesidades vitales, emocionales, corporales y espirituales, de manera que crezcan como seres humanos conectados consigo mismo.
De esa manera madurarán como hombres y mujeres libres, pacíficos y con un claro sentido de responsabilidad y empatía hacia el resto de la red de la vida.
Queremos finalmente recordar que la consciencia que caracteriza al ser humano del resto de especies que comparten con nosotros este planeta, ha de ser sinónimo de una mayor responsabilidad en el cuidado del equilibrio global. La tierra no nos pertenece. El ser humano pertenece a la tierra.
4. Para que esta transformación vaya teniendo lugar es preciso que:
Cada persona asuma su responsabilidad individual. En el cultivo de una ética de la moderación, del respeto y armonía con el entorno. Cada hombre y mujer ha de asumir plenamente su propia responsabilidad del consumo.
En tradiciones espirituales y corrientes humanistas se impliquen de manera decidida, constituyendo desde sus respectivas visiones fomentar el sentido de pertenencia, respeto y armonía del ser humano en la tierra.
Que los dirigentes políticos, sociales y económicos asuman un protagonismo especial a la hora de reconocer la gravedad de la situación y de fomentar los necesarios cambios en las actitudes y comportamientos del conjunto de la sociedad.
Que la sociedad civil se organice, que los ciudadanos asuman la defensa activa de los ecosistemas en los ámbitos locales, regionales y planetarios.
Que los medios de comunicación fomenten la información y formación necesarias, generar sociedades conscientes de los problemas y responsables ante su solución.
Firmado:
Dokusho Villalba; Alejandro Togores; Antxon Olague; Jasone Zabala; Olga Salchez-Pinto; José Pablo Gadea; Xavier Serrano; Angel García Santos y Felisa Mª Hogdson Torres.
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