Necesitamos una conciencia planetaria para resucitar la economía y revitalizar la biosfera. ¿Imposible? No, en absoluto. La ciencia demuestra que el ser humano progresa reduciendo su egoísmo y ampliando su empatía
Dos espectaculares colapsos, separados por sólo 18 meses, han marcado el fin de la era contemporánea. En julio de 2008, el precio del petróleo en los mercados mundiales alcanzó la cifra récord de 147 dólares por barril, la inflación se disparó, y con ella todos los precios, desde los alimentos a la gasolina, y el motor de la economía mundial se atascó. Lo que precipitó la crisis fue la creciente demanda de combustibles fósiles de China, India y otras economías emergentes. La capacidad de compra se desplomó y la economía mundial se derrumbó. Ese fue el terremoto que hizo trizas esa época industrial. El colapso de los mercados financieros dos meses después no fue más que una réplica.
En diciembre de 2009, mandatarios de 192 países se reunieron en Copenhague para abordar el problema que supone la factura de entropía acumulada de una revolución industrial basada en los combustibles fósiles: el gasto en CO2 que está recalentando y desequilibrando el planeta hasta llevarlo a un catastrófico cambio climático. Después de años de preparación, las negociaciones fracasaron y los líderes del mundo fueron incapaces de un acuerdo.
La crisis radica en la concepción de la naturaleza humana que rige el comportamiento de los líderes mundiales y cuyos presupuestos surgieron hace más de 200 años, durante la Ilustración, en los albores de la economía de mercado y de la era del nacionalismo. A los pensadores ilustrados -John Locke, Adam Smith, Condorcet, etcétera- les ofendía la concepción cristiano-medieval del mundo que, viendo en el hombre a un ser indigno y depravado, aspiraba a la salvación ultraterrena a través de la gracia de Dios. Preferían sumarse a la idea de que la esencia humana es racional, distante, autónoma, ambiciosa y utilitarista, propugnando que la salvación individual está aquí en la Tierra, en un ilimitado progreso material.
La concepción ilustrada de la naturaleza humana se reflejó en el recién acuñado Estado-nación, cuyo objetivo era proteger la propiedad privada, estimular el mercado y servir de intermediario a los intereses de la ciudadanía en el ámbito internacional. Se consideraba que los Estados-nación eran agentes autónomos envueltos en una incesante batalla con otras naciones por la obtención de ganancias materiales.
Si la naturaleza humana es como indicaban los filósofos ilustrados, probablemente estemos condenados. Imposible concebir cómo podríamos crear una economía mundial sostenible y devolverle la salud a la biosfera si todos nosotros, en nuestra esencia biológica, somos agentes autónomos, egoístas y materialistas.
Sin embargo, los últimos descubrimientos sobre el funcionamiento del cerebro y el desarrollo infantil nos obligan a repensar esos arraigados dogmas. Los biólogos y los neurocientíficos cognitivos están descubriendo neuronas espejo, llamadas de la empatía, que permiten a los seres humanos sentir y experimentar situaciones ajenas como si fueran propias. Parece que somos los animales más sociales y que buscamos interactuar íntima y amigablemente con nuestros congéneres.
Por su parte, los científicos sociales están comenzando a reexaminar la historia con una lente empática, descubriendo así corrientes históricas ocultas que sugieren que la evolución humana no sólo se calibra en función del control de la naturaleza, sino del incremento y la ampliación de la empatía hacia seres muy diversos y en ámbitos temporales y espaciales cada vez mayores. Las pruebas científicas de que somos una especie básicamente empática tienen consecuencias sociales profundas y de gran alcance, y podrían determinar nuestra suerte como especie.
Para resucitar la economía mundial y revitalizar la biosfera, lo que ahora necesitamos es, nada más y nada menos, que dar, en menos de una generación, el salto hacia una conciencia empática mundial. La cuestión es la siguiente: ¿cuál es el mecanismo que permite la maduración de la sensibilidad empática y la expansión histórica de esa conciencia?
Los momentos cruciales que dan un vuelco a la conciencia humana tienen lugar cuando nuevos sistemas energéticos se conjugan con revoluciones en las comunicaciones, creando nuevas eras económicas. Los nuevos medios de comunicación se tornan mecanismos que rigen y controlan la estructuración, organización y gestión de las civilizaciones más complejas que los nuevos sistemas energéticos posibilitan. La primera revolución industrial del siglo XIX, gestionada gracias a la comunicación impresa, dio paso a la conciencia ideológica. La comunicación electrónica se convirtió en el mecanismo rector y de control de la segunda revolución industrial del siglo XX, que marcó el inicio de la conciencia psicológica.
Las revoluciones en las comunicaciones, al hacerse más complejas, van poniendo en contacto a cada vez más gente dentro de redes sociales más amplias y variadas. La comunicación oral tiene un limitado alcance temporal y espacial, mientras que las comunicaciones manuscrita, impresa y electrónica amplían el margen y la profundidad de las interacciones sociales.
Al desarrollar el sistema nervioso central de cada individuo y del conjunto de la sociedad, las revoluciones en las comunicaciones no dejan de proporcionar escenarios cada vez más incluyentes para la maduración de la empatía y la expansión de la conciencia. Durante la primera revolución industrial, caracterizada por la imprenta y la conciencia ideológica, la sensibilidad empática se extendió hasta alcanzar las fronteras nacionales, de manera que los estadounidenses se identificaban con los estadounidenses, los españoles con los españoles, los japoneses con los japoneses, etcétera. Durante la segunda revolución industrial, caracterizada por las comunicaciones electrónicas y la conciencia psicológica, los individuos empezaron a identificarse con otros de ideas afines.
Hoy en día nos encontramos en la cima de otra convergencia histórica, en una tercera revolución industrial de la energía y la comunicación, que podría extender la sensibilidad empática a la propia biosfera y a toda la vida terrena. La repartida revolución de Internet se está conjugando con la diseminación de las energías renovables, haciendo posible una economía sostenible que se gestiona localmente con vínculos en todo el mundo. Durante el siglo XXI, cientos de millones de personas transformarán sus edificios en centrales productoras de energía que producirán in situ fuentes renovables, almacenándolas en forma de hidrógeno y electricidad compartida, e intercambiándolas a través de retículas locales, regionales, nacionales y continentales de funcionamiento similar al de Internet. En el ámbito energético, al igual que en el de la información, la difusión de fuentes de código abierto dará lugar a espacios de colaboración energética, no diferentes a los de índole social que en la actualidad existen en Internet.
Si conseguimos aprovechar nuestra sensibilidad empática para instaurar una nueva ética mundial habremos superado los distantes, egoístas y utilitaristas presupuestos filosóficos que acompañaban a los mercados nacionales y el orden político de los Estados-nación, situándonos en una nueva era de conciencia biosférica. Así, dejaremos el antiguo mundo de la geopolítica para entrar en la nueva era de la política de la biosfera. Esta nueva perspectiva va más allá de la tradicional divisoria entre conservadores y progresistas que caracteriza la geopolítica actual de la economía de mercado y el Estado-nación. La nueva divisoria es generacional y enfrenta el jerárquico modelo de organización familiar, educativa, comercial y política con otro más cooperativo y cosmopolita que, en su funcionamiento y sus espacios sociales, favorece los ámbitos comunes del código abierto. Para la generación de Internet, la calidad de vida se torna tan importante como la oportunidad individual.
Está surgiendo la civilización empática. Las generaciones más jóvenes están llevando su capacidad de empatía más allá de los credos religiosos y la identificación nacional, incorporando así a toda la humanidad y al ingente proyecto vital que envuelve la Tierra. Pero nuestra prisa por alcanzar la conectividad universal empática tropieza con un gigante entrópico en constante aceleración: el cambio climático. ¿Podremos alcanzar la conciencia biosférica y la empatía mundial a tiempo de evitar el derrumbe planetario?
Jeremy Rifkin, economista y escritor, es asesor de la UE y de diversos presidentes -incluido el español- en cambio climático, seguridad energética y desarrollo sostenible. Traducción de Jesús Cuéllar Menezo.
Fuente: Artículo publicado en El País
Más información de Jeremy Rifkin en Wikipedia
Enlace a Ediciones Paidós, ficha del libro La Civilización empática. La carrera hacia una conciencia global en un mundo de crisis, de Jeremy Rifkin
Qué bueno que hayas tomado este tema. Soy un seguidor de Rifkin (El sueño europeo, El fin del trabajo) y llevo un par de meses intentando conseguirme el libro. Ahora que está en español, con mayor razón
ResponderEliminarSaludos
Hola Marco Antonio, el libro tiene fecha de edición 18 de marzo, es muy reciente, a mi también me interesa la obra de Rifkin desde hace tiempo, gracias por compartir tu comentario y felicidades por el magnífico blog que editas, un abrazo
ResponderEliminarBueno, ayer asistí a una conferencia de Rifkin aquí en Madrid. Solo mostrar un profundo desagrado ante la actitud tan poco "empática" de este showman gurú (arrogante, salió a escena - nunca mejor dicho - después de que ya le hubieran presentado dejando a sus presentadores con la palabra en la boca, acabó la conferencia y no aceptó ningún tipo de preguntas porque tenía mucha prisa por irse). No he leído el libro, lo dejaré para cuando salga en versión rústica, pero vamos por su conferencia de ayer, nada que no esté expuesto en otros textos sin tanto aparato "marketinero" por detrás.
ResponderEliminarHola Rafael, gracias por compartir tu comentario, desde luego el autor no sale bien parado con tu descripción de la escena, suele pasar en los personajes famosos que tienen mucho ego, un abrazo
ResponderEliminarJoer, harto de demagogos vendemotos (Chomsky dixit), faltos de absoluta coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Gran mal de nuestra sociedad. Shatya, necesitamos shatya.
ResponderEliminarSe ve que es muy mamoncito y engreido el sujeto ese...
ResponderEliminarHOLA A TODOS. GRACIAS POR EL BLOG. TODO ES PERCEPCIÒN PERSONAL Y NADIE ES PERFECTO. BIEN POR CHOMSKY Y POR RIFKIN. DESDE DURANGO MEXICO.
ResponderEliminarCONEJO VENADO
¿Será posible que todo lo que nos dicen ciertos escritores esté solo motivado por su afán de lucro como vendedores de libros?
ResponderEliminarDicho de otra forma: ¿sienten de verdad lo que dicen? o bien, lo único que hacen es buscar ideas que tengan el suficiente gancho para que sus libros sean comprados por gran numero de sufridos lectores.
En el caso de este último libro de Grifkin, parece que nos vuelve a asaltar esta terrible duda. Sin embargo, es bonito pensar que los humanos somos capaces de cambiar nuestra conducta en el corto lapsus de una generación.
Podrá ser o no real, pero, sin duda, es bonito pensar que lo es.
Los humanos, antes de cambiar de conducta necesitamos soñar con el mundo feliz que nuestro cambio de conducta traerá consigo. Lo difícil, en el caso de LA CIVILIZACIÖN EMPÄTICA que nos plantea Rifkin es que seamos capaces de realizar un cambio tan repentino. Por mucho que los descubrimientos cientifico-tecnicos ya estén realizados.
¿Que más nos hace falta?
1.- Poner un límite al derecho de patentes.
Los inventores y los poseedores de patentes suelen preferir que sus inventos se pierdan antes de cederlos desinteresadamente para que sean aprovechados por el género humano.
¿Donde está aquí la empatía a la que nos dice Rifkin que somos tan aficionados?
El derecho de patentes y marcas fue inventado por los políticos para estimular la creatividad, pero, actualmente, se están patentando seres vivos, ligeramente retocados en su genoma, incluso se puede patentar el método para hacer estos pequeños retoques, de forma que nadie más pueda usar el mismo método para hacer nuevas creaciones.
La propiedad intelectual es una gran trampa en la que hemos caído por llevar el sistema capitalista hasta sus últimas consecuencias. Poco vamos a progresar si no empatizamos, como dice Grifkin, todos los progresos tencnico-cieentíficos.
La SGAE científico-téncnica no nos va a dejar encender la luz, sin antes pagar lo que ella quiera, al inventor de la renovable de turno de donde nos venga la corriente eléctrica.
Y, ¿como se puede parar los pies a la SEGAE para que podamos escucha la radio en la peluqurería, sin tener que pagar nada?
Es muy sencillo:
Todas las patentes deberían caducar a los cinco años, al cabo de los cuales, pasarían a ser patrimonio de toda la humanidad. Mientras esto no suceda y sea elevado a ley universal, de poco o nada nos va a servir nuestra magnífca empatía.
Para aquellos que les interesa el futuro, les recomiendo dos libros que en Internet son gratuitos. Me refiero a:
ResponderEliminarEL SHOCK DEL SIGLO XXI
¿Por qué el mundo va hacia una crisis?
¿Como haremos para salir de ella?
LOS PRÓXIMOS 500 AÑOS
¿Cómo evolucionaran las casas, computadoras,
automóviles, industrias, y robots del futuro?
LOS CUALES PODRÁN LEER O BAJAR GRATUITAMENTE A SUS COMPUTADORAS DESDE:
http://WWW.FUTUROFUTURO.ES.TL
Gracias por los enlaces, saludos
ResponderEliminarmuy interesante informe, la historia de los ultimos años de una civilizacion que nesecita cambios,aporto mi grano de arena para el cambio de conciencia de nuestro planeta saludos
ResponderEliminarMuy interesante el tema con algunos estoy de acuerdo con otros no esa es la naturaleza del ser humano, la conciencia empática suena utópica cuando uno la lee pero siempre hay que tener esperanza, el sueño de una raza humana única que todos hablemos un mismo idioma algún día será posible, capitalismo comunico socialismo izquierda derecha ultraderecha todo esto se acabara cuando a muchos se le aparte de la mente la extraña idea de controlar a muchos utilizando cualquier método psicológico comunicacional colectivo.
ResponderEliminarTRINO MONTAÑEZ CIUDAD BOLIVAR - VENEZUELA
El hombre continua la busqueda del equilibrio material y espiritual, que bueno que ahora con libros como La Civilizaci{on Empática se rescaten valores, y pensar que hace mas de 2000 años, vino el Gran Maestro a enseñarnos como vivir y neciamente la humanidad no le ha puesto en practica sus enseñanzas, ahora quiza se camine por esos rumbos que el no señalo.
ResponderEliminarLuis Cornejo
INteresante propuesta....como cada uno de nosotros aporta a la empatia, a la conciencia de que somos UNO.
ResponderEliminarTodo es interdependiente, cada acción, pensamiento, deseo....influye en el todo.
A mi no me interesa si Rifky es un ególatra o algo por el estilo. Para mi lo cierto es que en este libro, que me parece muy documentado, se presenta un análisis de la realidad que deja a la reflexión. Depende de cada quién asumir una posición para contribuir a un cambio de conciencia global. Desde nuestro hogar se puede hacer algo. ¿no creen?
ResponderEliminarMuchas gracias, Cristobal, por tu comentario sobre La Civilización Empática. Tengo una gran preferencia por soluciones prácticas. Además de las muchas vías para hacer nuestras relaciones más amables y sostenibles, podemos cultivar nuestra naturaleza empática a través de la conciencia de los movimientos respiratorios y de los patrones de tensión y de conductas restrictivas que los limitan y nos mantienen en conflicto con el entorno. Por esto escribí Respirar con árboles, Ed. Urano (www.respirarconarboles.com). Si sientes cómo eres parte del mundo porque sientes el intercambio continuo entre tú y tu entorno que tiene lugar en la respiración, sientes cómo el aire entra en tu cuerpo y lo cambia, sientes cómo tú cambias el aire que sale de tu cuerpo, sientes el suelo que te sostiene, entonces puedes encontrar momento a momento la forma más beneficiosa de relacionarte con el aire, el suelo y todas las demás formas de vida y sustancias inorgáncias que participan del todo. Y lo cierto es que que la experiencia muestra: es en nuestra naturaleza ser empáticos. El egoismo no es más que un atascamiento en una fase de desarrollo primitiva.
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