El secreto bancario, según recientes palabras del secretario general de la OCDE al ministro de Economía de Luxemburgo, garantiza “la confianza de los ciudadanos en la protección de su privacidad”. Si es así, ¿qué ocurre conmigo y con millones de asalariados de la empresa privada y de las administraciones públicas? Quienes pagan nuestros salarios e ingresan en las cuentas públicas las deducciones por IRPF y cotizaciones de la Seguridad Social –empresarios privados o administraciones– lo hacen a plena luz del día. Nuestras cuentas personales son perfectamente transparentes y nada, o casi nada, de lo nuestro escapa del control de Hacienda. Incluso, en determinadas circunstancias, la autoridad puede embargar el importe de sanciones y multas de nuestras cuentas sin nuestro consentimiento. ¿Somos víctimas de una gigantesca violación de nuestra privacidad, de una inaceptable operación Gran Hermano?¿O tal vez lo que debe sorprender sea lo otro, el secreto bancario? Como es bien sabido, el secreto bancario es un procedimiento para que las rentas del capital y las remuneraciones no salariales cuyos beneficiarios decidan no declarar a Hacienda hallen un cobijo seguro, y así puedan incurrir en el fraude fiscal. Ya sé que el fraude fiscal a veces es un deporte practicado también por gentes con rentas modestas en el mundo de los autónomos, algunos profesionales y empresarios modestos, etc. Pero el gran agujero negro de la defraudación fiscal procede de las rentas del gran capital. La desregulación neoliberal de los últimos decenios ha dado alas a una práctica vieja.
De todos es sabido, por lo demás, que la libertad del capital para moverse sin obstáculos por el mundo entero detrae recursos de los estados y genera un grave desequilibrio entre un poder económico sin fronteras y un poder político encerrado entre las fronteras estatales, cada vez con menos recursos para hacer frente a sus responsabilidades hacia la ciudadanía y más vulnerable al chantaje del gran capital. La desregulación neoliberal ha sido un factor determinante en la crisis de la política por el hecho de socavar la capacidad de los poderes públicos para hacer políticas al servicio de la ciudadanía. Los llamados paraísos fiscales se aferran al secreto bancario. Se trata de centros financieros extraterritoriales (offshore) con baja o nula tributación, secretismo, sin intercambio efectivo de información con los demás países, en particular con aquellos de donde proceden los capitales que se refugian en ellos, y sin exigencia de actividad económica local para disfrutar de exenciones fiscales. Según cálculos moderados de la Tax Justice Network, en los paraísos fiscales recalan unos 12 billones de dólares. Juan Hernández Vigueras ha publicado recientemente varias obras (La Europa opaca de las finanzas, Los paraísos fiscales y Al rescate de los paraísos fiscales: la cortina de humo del G-20) que desvelan los mecanismos de esta estafa mundial y las complicidades de la trama.
Cuando algunos gobernantes del G-20 (como Sarkozy y Zapatero) anunciaron –de cara a la cumbre que iba a celebrarse en Londres en abril de 2009– que se iban a eliminar los paraísos fiscales y que la era del secreto bancario había terminado, sólo merecieron una sonrisa escéptica o despreciativa. Hoy, a los seis meses de la cumbre, ya sabemos que aquellos anuncios fueron, como dice Hernández Vigueras, una “cortina de humo”, y que todo ha quedado igual que antes. El sistema financiero mundial debe reglamentarse, como se dice y se repite no sólo desde posiciones radicales, sino también desde posiciones reformistas, neokeynesianas u otras. Mantener los paraísos fiscales y el secreto bancario equivale a mantener la libertad de movimientos del capital que ha originado la crisis. ¿Hay que restablecer el control de cambios? ¿Hay que poner una tasa al movimiento transfronterizo de capitales, como propuso Tobin? Para un profano en la materia como yo, parece sencillo eliminar los paraísos fiscales de una vez por todas, aunque las resistencias sean muchas. Doctores tiene la Iglesia para encontrar soluciones viables. Pero lo que parece claro es que el dinero tiene una función esencial en las actividades económicas de la gente corriente, en la producción, el consumo y el ahorro. Dejar que el dinero se concentre en pocas manos y sea manipulado para enriquecerse repentinamente con la especulación es un atentado contra los derechos de la inmensa mayoría, y no debería permitirse. Los movimientos de capitales, especulativos o no, pueden provocar la expropiación instantánea y masiva de millones de personas corrientes, el colapso de miles de empresas por falta de crédito, la evaporación fulminante de los ahorros de toda una vida. Recordemos el corralito de Argentina en 2002 o la ejecución de hipotecas impagadas de los últimos meses. No se puede dejar que unos cuantos codiciosos bien situados tengan la capacidad de jugar con el dinero, que siempre es, de un modo u otro, el dinero de todos.
Vivimos en un espejismo individualista según el cual la riqueza dineraria es algo desgajado de la realidad social y del complejísimo entramado productivo, cuando en realidad no habría riqueza si no hubiera una cooperación –aunque sea no programada ni voluntaria– de millones de personas del mundo entero ligadas por complejas interdependencias en que están implicados producción, intercambio y consumo de muchos. Hace falta una regulación internacional para proteger el tejido delicado de las actividades humanas que hacen posible la vida, y en particular este lubricante tan útil –si se maneja bien– que es el dinero. Contra los gobiernos, que siguen protegiéndolos, habrá que lanzar la consigna de acabar con los paraísos fiscales y el secreto bancario. Recoger firmas u organizar consultas populares en los municipios podría ser una buena manera de empezar.
Joaquim Sempere es Profesor de Teoría Sociológica y Sociología Medioambiental de la Universidad de Barcelona
Ilustración de Patrick Thomas
Fuente: Público
Si tiramos del hilo, en este caso, del sistema financiero, este hilo nos lleva a una “asignatura pendiente” de nuestras sociedades. La Revolución.
ResponderEliminarEs indignante cuando alguien, como el autor de este articulo, nos presenta la clara verdad. Pero esto tiene que reventar, por mas miles de millones de euros que los Estados pongan como dique de contención. Contiene las aguas fétidas de la economía.
El pueblo sufrirá horrores, pero los “grandes” caerán. Esta situación que vivimos es insostenible. Hemos aceptado vivir con un peso enorme que amenazaba aplastarnos, pero aunque miserablemente aún podíamos vivir. Pero si se nos niega la posibilidad de vivir, nadie lo aceptará, -y se echará a la calle-. Que tiemblen los poderosos del dinero, porque al pueblo le cuesta pasar a la acción, pero también cuesta apaciguar su furia desatada.
Luis Troyano
¿? Me gustaría poner algo entre los interrogantes, pero son demasiadas las cosas que quiero poner en respuesta a ¿¿¿LA REVOLUCIÓN???
ResponderEliminarLuis, estamos en el s.XXI, no en el s.XVIII, siento disgustarte con la noticia.
Me parecen muy interesantes las reflexiones del post, es la primera vez que entro. Efectivamente, es necesaria un mayor control fiscal. Este rol debe ser ejecutado por los Bancos Centrales, pero en su actual papel tienen un margen de actuación más bien escaso. Me parece que aumentar sus competencias - además de crear sinergias con otras instituciones para asegurar el control -, evitaría repetir la clase de abusos que nos han llevado a estas situación.
Sin embargo, siempre nos quedará la opción de quemar Troya-no?
Yago
Gracias Luis y Yago por vuestros comentarios, son dos visiones de un mismo problema, la crisis lejos de haber dejado atrás lo peor todavía no lo ha comenzado, habrá que estar atentos,
ResponderEliminarsaludos de Cristóbal
Al anónimo gracioso le digo que la revolución sigue pendiente, si, Ya se en el siglo en que estamos. Entonces no sirven los parámetros pretéritos. También lo se.
ResponderEliminarEscribía hace poco que el pueblo. (Porque existe todavía pueblo sufriente, sabes anónimo) está en coma. Mi esperanza es que sea coma reversible. Pero nos falta desarrollar un proyecto de revolución que entusiasme y sobre todo basado en la realidad más realmente interpretada posible. Entonces se que no podrá ser exclusivamente materialista, porque considero seria un reduccionismo de la realidad. Como novedad, habría que contar con el interior del humano. Con lo objetivo y con lo subjetivo. Porque es en lo subjetivo donde mora la codicia la crueldad etcétera.
Anónimo: Acaso no existe aún por desgracia la explotación del hombre por el hombre, o es que lo hemos superado ya en este milenio. Estamos peor que hemos estado los obreros. Antes luchábamos contra la explotación. Hoy “nos damos con un canto en los dientes” si tenemos un lugar donde nos “acogen” para explotarnos...
Luis Troyano
Del estimado Anónimo Yago al estimado anónimo Luis:
ResponderEliminarLuis, desgraciadamente en Zimbaue viven una situación delicada. Probablemente en el Congo se viva una situación parecida, y me atrevería a decir que en Sierra Leona también.
Sin embargo, tenemos la suerte de tener tiempo para escribir en blogs, de poder acceder a estudios universitarios siempre que estemos dispuestos a estudiar, de progresar económicamente, de tener una sanidad pública de calidad, de recibir ayudas del Estado si nos quedamos sin trabajo, etc.
Por eso me sorprenden tus comentarios "revolucionarios", parecen más propios de un lanzador de cócteles molotov sin escrúpulos ni ideas o deun pancartista cualquiera que de una persona con un mínimo de conocimiento del entorno en el que vivimos. Te recomiendo que reflexiones antes de expresar ideas tan "revolucionarias".
Yago
Yago guapo:
ResponderEliminarSi no hacemos la revolución en el primer mundo, difícilmente esta llegará al tercero.
Parece ser que tu estás muy bien en nuestra sociedad, pero los trabajadores “la clase baja” no podemos decir igual.
Luís Troyano
Pues Luis Troyano, como no me des más datos , me quedo así. Quiero decir, revolucionar por revolucionar sin que me digas en que consiste esa revolución , me parecen más palabras hueras de estas que usan nuestros políticos. Y no, ya estoy harto de demagogos. Ortega en su "Rebelión de las masas" cita a un tal Macaulay que dice "En todos los siglos, los ejemplos más viles de la naturaleza humana se han encontrado entre los demagogos". Y suscribo plenamente esa afirmación.
ResponderEliminarDicho eso, puedo estar contigo en que si nosotros los "niños mimados" del sistema (nosotros, los occidentales) no ponemos nuestras mentes y nuestras acciones en pos de modificar esto, en el tercer mundo no se modificará nada. Bueno, miento, el otro día ya me estaban vendiendo en una ponencia de emprendedores, que el futuro negocio está en África. Sin ningún tipo de rubor, comentaban que las élites de esos paises estaban dispuestas a entrar en el mercado. Seguramente de estos negocios saldrán "clasecillas medias" alienadas y vendidas al poder del dinero y una explotación absoluta del enorme "ejército de reserva" que tienen estos paises. Nada, esto no es más que más de lo mismo. Eso sí, nos venderán que el mercado sube la marea de la riqueza para todos aunque sea a consta del incremento de consumo de ansiolíticos y antidepresivos de esas poblaciones (a mayor gloria de las Big Pharma). De verdad, que bien funciona esto del mercado para unos pocos, mientras haya energía y ejército de reserva. Dificil lo tenemos.
Un saludo
Que más quisiera yo Rafael, que poder ofrecer un proyecto colectivo que apasione, y que sea revolucinariamente progresista.
ResponderEliminarModestamente si tengo en mi mente un personal esbozo.
Nos deberíamos regir con la base filosófica que ofrece el “Einstein de la conciencia” Ken Wilber.
En el aspecto económico deberíamos contar con Silvio Gesell y después con Friedrich Hayek. (El neoliberal, si...)
Si le quitamos el aguijón venenoso al capital, como es el interés positivo (Silvio Gesell). Podremos dejar la economía del libre mercado en automático (Hayek).
Si te apuntas a mi revolución, ya seremos dos...
Un saludo amigo
Luís Troyano
Joer, pues claro que me apunto. Llevo varios años intentando analizar cómo unir esos dos conceptos, y en ello sigo. De todas formas, yo incluyo una tercera variable como fundamento, la incapacidad de crecimiento perpetuo en un mundo finito como el que vivimos (propia de la economía ecológica)y el poco tiempo que tenemos para desviar el barco (más que por el tema del cambio climático - que no tengo muy claro-, por las implicaciones sociopolíticas que puede tener vivir en un mundo con escasez de recursos energéticos). Creo que la marcha atrás en el proceso democrático es irremisible.
ResponderEliminarQuedo encantado de conocer a alguien con esos intereses . A ver si nos podemos poner en contacto.
PD = Solo un apunte, no se puede considerar a Hayek como neoliberal, de neoliberal nada, liberal puro o incluso si me apuras, libertario.